19 marzo 2009

EN AMERICA, de Susan Sontag



[El otro día me enteré de algo muy interesante, Bogdan. Según Henryk, hasta hace poco la nostalgia se consideraba una enfermedad grave, a veces fatal. Se consideraba que el otoño era la estación más peligrosa, y la profesión militar vulnerable de una manera especial. Prácticamente cualquier cosa, una carta de amor, un cuadro, una canción, una cucharada de las sabrosas gachas que uno tomaba en la infancia, unas pocas sílabas de la región natal oídas en la calle, podía provocar el inicio de la enfermedad. Los historiales que él ha leído han sido publicados en revistas médicas francesas, pero parece improbable que sólo los franceses puedieran morirse por su apego al pasado. Convinimos en que los polacos deben de haber sido incluso más susceptibles a esa enfermedad, de la misma manera que los americanos han destacado por su capacidad de liberarse del pasado.]

10 marzo 2009

LA NOCHE DEL ORÁCULO


Acabo de leer La noche del oráculo, últimamente me ha dado por leer a Paul Auster, y por suerte en mi biblioteca hay un montón de títulos que aún me quedan por descubrir. Su prosa es limpia, cuidada, se entiende muy fácilmente, sin oscuridades ni opacidades, pero no resulta simplona, sino más bien lo contrario. Este libro está escrito en una actualidad reciente, pero ambientado en los años 80, cuando aún no habían móviles, ni faxes. Trata de un escritor que ha sufrido un accidente que lo ha llevado a las puertas de la muerte, del que se va recuperando lentamente, y que le ha impedido escribir en una larga temporada. De casualidad encuentra el Palacio del Papel, donde compra un cuaderno de tapas azules procedente de una fábrica de Portugal ya clausurada en el que empieza a escribir una historia que se entremezcla con la suya real. Es una historia que contiene en su interior otra, como las muñecas rusas, y el cuaderno parece tomar las riendas de su vida, llegando a un callejón sin salida tanto en la historia que escribe como en la suya propia.
La semana pasada me costó mucho escribir, mi cuaderno de tapas rojas parecía no querer que violara la pureza de sus páginas, y mi vida parecía también haber llegado a una encrucijada. En días atrás he vuelto a escribir, poco, pero algo es algo, quizás es el símbolo de que estoy dejando atrás esa asechanza.

09 marzo 2009

LA EXPLOSIÓN DE UN AMANECER


Salgo de la oficina y ficho en el reloj que marca la diferencia entre el bien y el mal, recorro los 500 metros que me separan de la cafetería y, al llegar, los camareros están tan nsimismados en sus quehaceres que no me tienen en cuenta, me siento invisible, espero unos segundos y como no me ven, alzo la voz para saludarles, así empienzan a preparar mi café. Escojo la mesa de la esquina, la más apartada, saco de mi bolsa el cuaderno y escribo:
"Esta mañana, mientras conducía por la autovía que recorre la costa me quitó la respiraación la visión de una amanecer casi primaveral. Hace pocos días que el amanecer me encuentra conduciendo en la carretera, hasta hace dos semanas me encontraba ya en mi puesto de trabajo, por lo que me los perdía diariamente. Pero hoy, mientras conducía, el sol estaba saliendo en el horizonte que divide el mar del cielo, era como una explosión volcánica, en el centro de ese horizonte se elevaban unos rayos que coincidían con una masa de nubes, un lienzo algondonoso que dejaba trazos aquí y allá, y que tomaban color rosado y grisáceo, dependiendo de la densidad de éstas.
Algo más adelante en el camino, la carretera sube a la montaña y arroja las vistas que recorren toda la bahía de Málaga, adentrándose en el mar, sobre cuyas montañas flotaba una excrecencia de nubes que aparentaban ser los brazos del cuerpo que el sol iluminaba, adoptaban los mismos colores que fulguraban en el horizonte, pero con distintas tonalidades. Ese amanecer me hubiera gustado retratarlo, porque ahora sé que no todos los días comienzan de la misma forma, algunos tienen una belleza más sosegada, otros como hoy, son bellos e impactantes amaneceres.
Mientras escribo te recuerdo, quizás estemos compartiendo un café a cierta distancia, pero eso no impide que mantengamos una conversación con la fuerza de la imaginación. Te miro. Te pregunto y me respondes, te hablo y me escuchas. Nos hacemos mutua compañía en esa afición común por la soledad".
Miro el reloj, es la hora de volver, recojo mis cosas, pago el café y abandono la cafetería, por el camino los pájaros cantan para que mi paseo sea más agradable.

08 marzo 2009

UN VIERNES CUALQUIERA (4)


Jose se despierta en su cama, entra luz por las rendijas de la persiana, y decide quedarse un rato más antes de levantarse. Está feliz, exhultante, piensa en Miguel y una oleada de pasión le recorre desde la punta de los pies. Hace un recorrido por los últimos años de su vida, desde que abandonó la adolescencia y se asentó en su vida de adulto.
Pasó la adolescencia en el muro que separaba su barrio del descampado junto a las vías del tren, esas vías dividían la zona oeste de la ciudad en dos, y constituían una incisión que separaban ambas partes de la ciudad, como su propia vida: la pública, esa que mostraba a la familia y amigos, y la íntima, esa a la que sólo accedía él mismo. Cuando se relacionaba con sus amigos actuaba como todos los demás, las mismas gracias, el mismo pavo, los mismos comentarios de machito, pero cuando estaba a solas se permitía a sí mismo pensar en su profesor de lengua, por el que sentía una atracción irrefrenable. No había ningún código escrito de qué podía y qué no podía mostrar a los demás, pero existía un sentido común que desde pequeño le hacía saber que sus intereses no concordaban con lo que los demás veían como "normal", y temía perder la amistad con su pandilla si se mostraba transparente. Parecía como si en los genes, junto al responsable de de la orientación sexual, se incorporara otro de serie que se encargara del sentido común. Se disgustaba consigo mismo por no compartir con sus colegas y hermanos todo lo que pasaba por su cabeza, pero sentía que esa información podría abrir una brecha entre él y sus seres queridos, y que éstos no comprenderían su particular forma de sentir. No quería sufrir el aislamiento, como esa parte de la ciudad en la que vivía con respecto a la de enfrente, separada por unas vías de tren que divisaba desde su ventana. Con los años habían construído puentes peatonales para comunicar ambas zonas, y es lo que él hizo, fue construyendo puentes de intimidad con aquellas personas de su entorno que le parecían más preparadas para recibir toda esa información.


No fue algo premeditado, sino que se vio obligado a hacerlo. Una noche salió por un pub, el Torero, era un local en el que se mezclaba el ambiente gay con un ambiente hetero filogay, y en aquella primera noche, a la que se enfrentó con los nervios típicos del acercamiento al mundo gay, pero con muchísima curiosidad al mismo tiempo, conoció al primer chico del que se enamoraría, y con el que disfrutaría de la sexualidad tanto tiempo anhelada. Siempre había conseguido evitar cualquier intento de emparejamiento con alguna chica del grupo, había tenido que ser bastante delicado para, por un lado no herir orgullos, y por otro para no sembrar la semilla de una idea a la que le tenía miedo.
Ese chico era el camarero del local, con él aprendió a besar, a compartir la sexualidad con un igual, a explorar en el sexo. Fue una relación tórrida y pasional, que desembocó en su salida del armario. Su familia, ante tantas ausencias de Jose, se empezó a plantear que estuviera metido en problemas, y para evitar que ésta se hiciera una idea equivocada, tuvo que afrontar la verdad, y decirles que tenía pareja, y que ésta era un chico. Tras una temporada dura, en la que tuvo que explicar quién era realmente, y cómo sentía, la familia fue asumiendo la realidad, y aceptándola. Fue una época de lágrimas, explicaciones, juicios, muy dura, pero desmbocó en la felicidad de poder ser él mismo, ser transparente, dejar atrás las mentiras, y encontrar en su familia un apoyo incondicional que le enorgulleció e intensificó ese sentimiento de apego a los suyos.
Tras dejar atrás aquella relación unos meses antes, se sentía preparado para iniciar una nueva relación con Miguel, teniendo ya una base de conocimientos previa, y disfrutando de poder integrar a su nueva pareja dentro del entorno familiar y de amistades, otorgándole el papel que le correspondía.
Se hace tarde, Jose se levanta para empezar con sus quehaceres diarios.

05 marzo 2009

CARTA A UN AMIGO


Querido Juan,
hoy me vas a permitir que me tome la confianza de decirte muchas cosas que me han venido rondando por la cabeza en estos meses, y que en alguna ocasión te he insinuado. Hace ya más de un año y medio que cambió tu vida, y sé que no ha sido fácil acostumbrarte a ello. A ti, los cambios te resultan mucho más difíciles que al resto de la gente que conocemos, tienes ese absurdo apego al pasado y a las vivencias, te cuesta mucho dejar atrás lo vivido y comenzar de nuevo, pero esta vida está en continuo cambio, y cuanto antes lo asumas, más fácil te resultará seguir adelante. Nada es para siempre, todo es efímero, lo importante son los momentos, y el recuerdo que de ellos permanece en nosotros, me gusta atesorarlos y repasarlos de vez en cuando, porque cuando lo hago revivo esos instantes me hicieron feliz, y vuelvo a serlo por un tiempo. Pero tampoco es bueno vivir en ellos, hay saber cuando ha llegado el momento de pasar página.
¿De qué tienes miedo? Crees que estás llegando a una edad en la que te quedan menos opciones para reconstruir las piezas de un puzzle deshecho, pero te equivocas, porque por suerte, nos ha tocado vivir una generación de libertad, y eso implica que a medida que vayan pasando los años, nuestro entorno seguirá cumpliéndolos igual que nosotros, por lo que siempre habrá posibilidades de no estar solo, ya sea acompañado de amigos o de pareja, sin olvidar a la familia, que por suerte la tienes siempre a tu lado.
Será el azar, o quizás has puesto mucho de tu parte para construirte un mundo en el que estás bien acompañado, tienes unos amigos de verdad, que llevan contigo muchos años y que conocen por lo que has pasado a lo largo de tu vida, eso debería darte seguridad en tu caminar diario, porque no todo el mundo tiene esa ventaja. A veces las acciones del pasado pasan factura, otras, como es tu caso, arrojan un saldo positivo, y esa abundancia que tienes debe servirte para que esos cambios te resulten menos dolorosos. Hay que saber apoyarse en ellos, y no tener pudor a la hora de pedir ayuda, yo, si pagas bien, me alquilo como amigo.
Has conseguido dominar el miedo a la soledad, le has dado la vuelta, y esa soledad que tanto temías no solo se ha reconciliado contigo, sino que te ha servido para volver a encontrarte, volver a ser tú en esencia, ese tú que conozco de siempre, y al que hace tiempo que le había perdido la pista, creo que te pareces más al Juan de los 18 años que al de los 34. Volver a encontrarse con uno mismo, volver a ser consciente de quién eres y qué quieres es una oportunidad que no siempre se consigue, porque no todo el mundo tiene la opciónde volver a regenerarse, volver a analizarse, y hacer aquello que nos gusta en lugar de hacer aquello a lo que nos hemos acostumbrado. Esos cambios, aunque dolorosos, también tienen una parte buena, que es volver a reconducir tus intereses a aquello que siempre te ha gustado, y que a veces, por la rutina, por no darte cuenta, o por complacer al de enfrente, acabas poniendo en segundo plano hasta que lo olvidas.
Sé que estás conociendo a alguien, es demasiado pronto para pensar con vistas al futuro, pero tienes que darte la oportunidad, porque ya va siendo hora. Ni siquiera Charlotte, la de Sexo en Nueva York, necesita tanto tiempo para dejar atrás una relación, su teoría es que uno necesita la mitad del tiempo que ha estado en pareja para olvidarse de ella, así que tú ya estás llegando a ese punto.
No tengas miedo a que te hagan daño, ya te lo han hecho y has salido de ello, sí, algunas noches de insomnio, muchas ilusiones rotas, pero al final todo pasa. Por tanto, date la oportunidad a ti mismo de que alguien consiga volver a enamorarte, porque sabes que ese es tu estado ideal, que eres mejor persona cuando estás enamorado, porque eres capaz de hacer por esa persona más de lo que harías por ti mismo. Que es mucho más joven que tú, bueno, pues mejor para ti, al fin y al cabo, te durará más tiempo con un aspecto lozano. Que no quieres volver a vivir cosas que ya has vivido, pues mira, la vida se repite, se emula a si misma, porque no hay nada más aparte de trabajar, dormir, comer, disfrutar de los amigos y familia, enamorarte y compartir tu vida con alguien, esas son las herramientas que tenemos para rellenar esos espacios de tiempo que la vida nos brinda, sin decirnos si van a ser muchos o pocos, así que intenta llenar el máximo espacio posible de cosas buenas, porque los huecos que te queden en blanco no vas a poder volver atrás para rellenarlos.
Espero que no te moleste lo que he querido decirte desde hace tiempo, pero es más fácil ver las cosas desde fuera, y los amigos estamos para decirlas, tanto las buenas como las malas.
Un abrazo.

04 marzo 2009

LA SIESTA


Algunos días ni siquiera lo siento, parece que queda atrás esa vida anterior y me siento cómodo en esta otra vida que poco a poco, y con mucho esfuerzo, me he ido construyendo.
Otros, todavía me enfado contigo por escoger el otro camino, aquél que se separaba del mío. La melancolía me visita por sorpresa, y me hace revivir episodios de mi pasado. Es difícil olvidar nuestras siestas, cuando llegaba a casa y te veía durmiendo en nuestra cama, en la que yo me metía abrazándote, dándote un beso casto y paternal para no despertarte, y así, mecido por tu respiración, me iba durmiendo, con la certeza de encontrarte al despertar. Luego, me despertaba antes que tú, y me iba a la cocina a preparar café, el mío solo, con poca azúcar, el tuyo con leche y mucho azúcar, en aquella taza desportillada que tu mamá te trajo de Disney y que te acompañó en los 12.ooo km que recorriste para llegar hasta aquí.


Cuando ya estaba servido el café en la bandeja, con las galletas que te gustaba mojar en él, yo me acercaba sigilosamente, y vestía tu cara de besos tenues, para que regresaras al mundo consciente poco a poco, tenías tan mal despertar. Siempre la misma pregunta: "gordo, ya son las 5, ¿te traigo el café a la cama o te levantas?" Y tú contestabas con la lengua aún de trapo: "mmmm, no mmmm, me... levan...to". Y yo te esperaba en el salón a donde llegabas con la cara de niño recién levantado, el pelo revuelto, los ojos pegados. Tu aliento era denso, y yo disfrutaba de él acercándome a tus labios y absorbiéndolo, como intentando arrancarte una parte de ti, una parte de tu espíritu. Comías despacio, muy despacio, se te caían los trozos de galletas, y se te derramaba el café, ¡siempre fuiste tan torpe! Y así, despacito, volvías a la consciencia plena, para empezar la tarde a la que le quedaba poco de luz.
Ya no tomo café por la tarde, aunque sigo echándome la siesta, solo y en el sofá.


Evocación en una tarde de diciembre 2008, después de la siesta.