31 enero 2009

CONSOLATOR VERSUS EX


Yo tengo un superpoder, aunque parezco un ciudadano normal de los de a pie, pero es que todos los superhéroes necesitamos ir de incógnito porque de otra forma no podríamos hacer una vida seminormal. Me pasó como al resto de los superpoderosos, que tardas años en darte cuenta de ese superpoder, piensas que lo que te pasa a ti es lo que le pasa a los demás, y no le das importancia hasta que con el tiempo llegas a la conclusión de que no eres normal.
Como ya pertenezco al selecto y exclusivo mundo de los superhéroes, tengo cierta relación con otros, con los que comparto impresiones, experiencias, anécdotas. Me costó un poco entrar en ese mundo, porque yo pensaba que mi superpoder era un poco chorra, que en realidad no tenía comparación con los de los otros. Superman por ejemplo tiene un montón de poderes: vuela, tiene una fuerza excepcional, visión láser, audición ilimitada, no tiene la capacidad de enfermar excepto por la kriptonita (por cierto, el otro día un ex suyo, a mala idea, le mandó como regalo un colgante con una piedra que en apariencia era inofensiva, pero que resultó ser kriptonita, y no veas lo malo que se puso, algunas maricas son tan malas...). Spiderman es otro que en principio no tiene tanto poder, ya ves, se pega a las paredes, pero eso tampoco es nada del otro mundo, yo conozco a un montón de gente corriente que conoce a alguien y se pega a él, y no por ello es un superhéroe. Porque aparte de pegarse a las paredes, lo que utiliza es la tela de araña, pero eso es un invento, no es intrínseco suyo. Si se habrá pegado batacazos cuando se le agotan las reservas del producto que utiliza para fabricar la tela, el pobre está marcaíto por todos lados. Otro de los superhéroes que conozco es catwoman, que tiene un estilazo la tía que me encanta, no puedo dejar de observarla cuando me la encuentro en los super chill out a los que últimamente me invitan. Ella llega a la sala y se mueve con una elegancia y un glamour que, a pesar de estar todo dios acostumbrado a verla, no podemos evitar seguirla con la mirada. Claro, yo me suelo fijar en los taconazos que lleva, que mira que tiene que ser difícil pegar saltos de balcón a balcón con esos tacones de aguja. Yo la admiro mucho por su elegancia, pero es un poco estúpida, no hay quien intime con ella, siempre está marcando distancias, como está muy buena se lo tiene creído, pero lo que es a mi, más allá de que me gustaría peinarla, y probarme sus tacones, no me interesa. Seguro que con el tiempo nos haremos amigos, porque cuando vea que no me pone para nada se relajará y me buscará para contarme sus intimidades. Yo creo que tiene o ha tenido algo con batman, porque antes se los veía hablar mucho, y ahora ni se saludan. Ese es otro que tal baila, resulta que no tiene ni un superpoder, es todo inventado, fachada vamos, se pone un traje con unos pectorales como rocas, pero todo de mentira, porque luego se quita el traje y se queda en nada. Que he coincidido con él en los vestuarios (a los super chill out llegamos de incógnito, es allí donde nos cambiamos, por aquello de no llamar la atención de los paparazzis) y me he fijao bastante bien. Si le quitas el mayordomo especializado en ingeniería, no sabe ni utilizar el abridor para abrirse una cerveza. Como tiene mucha pasta, se puede permitir comprarse todos los caprichitos tecnológicos, el Iphone lo diseñaron específicamente para él, aunque ahora la mayoría de los mortales lo utilice.

Volviendo a mi, que en realidad es lo que más importa, ya que al resto de superhéroes los conocéis, y no voy a contaros nada de ellos (yo respeto mucho la privacidad de mis colegas y no me gusta "referir"), yo tardé en descubrirme. Conocí a un chaval que había terminado con su pareja hacía poco, pero que lo tenía todo muy claro. Nos gustamos y follamos, claro, lo normal, pero después de unas cuantas citas, me dijo que había decido volver con su pareja. Otro año, a principios de verano, conocí a un chico que lo había dejado con su novio porque éste se iba a trabajar el verano a Ibiza. Estuvimos enrollados una semana, al cabo de la cual me dijo que había decidido irse a Ibiza a trabajar y a pasar el verano con el que había sido su ex, y que volvía a ser su novio. Ya le habíado dado tiempo a organizar con él la búsqueda de trabajo, el vuelo, todo. Conocí a un chico que tenía novio y, aunque no me hace mucha gracia el tema, pensé que como yo no era el del compromiso, no era problema mío. Llegué a la conclusión de que este último chico dejaría a su novio para estar conmigo, lo normal que pasa en las películas. Porque una relación larga se ve mermada por la rutina, la falta de pasión, la cotidianeidad, y lo más normal es que, al conocerme, me convierta en la novedad, con mi cuerpecito trabajado de gimnasio (no necesito un pectoral prefabricado como otros), mi casa en propiedad, mi coche recién comprado, mis historias nuevas para él, la pasión del sexo desconocido, mi procacidad en la cama... Vamos, que me digo, está chupado, en un mes ni se acuerda del novio, y me lo quedo para mi. Pues no, resulta que al final decide quedarse con su novio, con el que se aburre soberanamente, pero al que le unen un montón de recuerdos, y vínculos difíciles de cortar.

Ese, amigos, es mi superpoder: consigo que cualquiera que tenga una ruptura, o se la plantee, vuelva con su ex, o se reafirme en su relación. Así que, si estáis en crisis con vuestra pareja, presentadme a vuestro novio, que en unos días haré que vuelva feliz a vuestro lado.

28 enero 2009

UN VIERNES CUALQUIERA (2)



Las 15:30, suena el teléfono de la casa de Jose y éste lo descuelga con cierta emoción, esperando que la llamada sea para él.
-¿Diga?
-Hola, ¿Jose?, soy Miguel.
-Hola Miguel, ¿qué tal?
-Pues bien, te llamaba para invitarte a tomar algo esta tarde, ¿te viene bien?
-Sí, esperaba tu llamada.
-Ok, entonces nos vemos a las 6 en la Pz de la Merced, esquina con CL Granada.
-Vale, pues nos vemos allí, hasta luego.
-Hasta luego.


Miguel llevaba todo el día pensando cuál sería la mejor hora para llamarlo, miraba el reloj y pensaba "aún es pronto", y no podía concentrarse en nada. Intentaba seguir con la lectura del libro que tenía entre manos, pero después de varias páginas se dio cuenta de que no había entendido nada de lo leído, la mente volaba libre, imaginando su propia historia, aún por escribir. Dejó el libro y puso algo de música para ver si así se le templaban los nervios.
Jose se había levantado tarde, había estado tirado en el sofá, viendo distraídamente la tele, y charlando con una de sus hermanas, con la que mantenía una relación de amor-odio. No podían estar uno sin el otro, pero chocaban continuamente. Recordó la noche anterior, en la que conoció a ese chico tan interesante.
Miguel ya había pensado en qué ponerse: sus vaqueros preferidos y una camiseta que tenía por estrenar (era una buena ocasión para hacerlo), con las deportivas más gastadas, de las que no podía desprenderse. Salió temprano para evitar los nervios de la impuntualidad, y para buscar aparcamiento tranquilamente. Mientras concucía escuchaba el último álbum de Madonna, Ray of light le daba subidón de buen rollo, la mejor música para ese momento. Como un rayo de luz, Jose había entrado en su vida, haciéndole vibrar.
Tuvo suerte, encontró un espacio cerca de la Pz de la Merced, junto a la parte trasera del Teatro Cervantes, y como tenía tiempo de sobra se fue dando un rodeo para disfrutar de la tarde. Llegó con 5 minutos de antelación y ya estaba Jose esperándolo. Lo vio a lo lejos, se le subió una sonrisa a la cara que no pudo esconder, y se fue acercando despacio, disfrutando de la visión, aprovechando que éste miraba distraído hacia el lado opuesto. En un rápido rápido vistazo sacó en conclusión varias cosas: que seguía siendo muy guapo a la luz del día; que su ropa le gustaba: un vaquero azul, una camiseta lisa del mismo color, y unas chanclas de playa que le daban un aspecto relajado; que aún no se había acercado a él ya estaba deseando tocarlo, besarlo y rozarle ese culo respingón.

Al situarse frente a él, éste se sobresaltó, pues esperaba verlo aparecer desde la dirección opuesta. Se dieron dos castos besos a modo de saludo, el último de los cuales duró un segundo de más, a través del cual sintió el roce de la barba de Jose en su cara, y su particular aroma, un perfume de ropa recién lavada y secada al sol, entre flores.
Comenzaron a pasear y a compartir sus gustos y aficiones. A Jose le gustaban mucho los animales y las plantas. Su patio era su propio jardín, en él tenía un ficus, un pacífico, margaritas moradas, geráneos, muchos tipos de plantas a las que mimaba y cuidaba hablándoles, lavando sus hojas, disfrutando del resultado de sus cuidados, pues cada vez que una flor brotaba, era su particula recompensa. Miguel disfrutaba de sus tarde libres nadando, asistía a cursos de natación en los que competía consigo mismo, intentando conseguir más fondo, más velocidad, o mejorar su técnica. También le gustaba tumbarse en el sofá con un libro abierto, a través del cual viajaba a tierras lejanas, o vivía experiencias ajenas que le resultaban claras como sus propios recuerdos.

Paseaban a lo largo del paseo marítimo bajo un cielo azul totalmente descubierto, la luz de la tarde tenía la fuerte intensidad del final del verano, tardes en las que el sol se esfuerza con un último estertor de moribundo en no perecer. Iban uno caminando al lado del otro, y de vez en cuando se rozaban sus manos con la cadencia y oscilación del caminar, roces robados en los que Miguel concentraba toda su sensibilidad, disfrutándolos. De vez en cuando se giraba para constatar que era Jose el que iba a su lado, sus ojos marrones encendían su espíritu, y su grave voz iba arrumándolo en un delicioso instante, fugaz.

Se cruzaron con una señora a la que Jose dio las buenas tardes, tenía aspecto desaliñado, vestía chaqueta roja como el fuego, y llevaba el cabello corto y cano, todo revuelto, calzando unas zapatillas de andar por casa que iba arrastrando en su lento caminar. Jose le contó que era un vecina del barrio, que había sido profesora, y que había perdido a su familia en un accidente de tráfico, de lo que nunca se recuperó. A raíz de ello dejó de trabajar y se volcó en el alcohol para paliar su tristeza, y ahora vagaba mañana y tarde por las calles del barrio, como un espíritu invisible, que se manifestaba solo cuando quería pedir dinero para beber.

Entre charla y charla llegaron a un espigón donde se sentaron a ver la tarde caer, y sus voces fueron bajando de intensidad, susurrantes, la intimidad les fue envolviendo, y allí, entre los grandes bloques de hormigón que protegían a la playa de los temporales, se quedaron callados. Resguardados de la vista de la gente, Jose se acercó a Miguel, mirándole a los ojos, y rozó sus labios. Miguel los cerró y sintió la suave caricia, la calidez de su aliento, el aroma del mar, y fue abriendo los labios, atrapando los de Jose con los suyos propios. Las puntas de sus lenguas se rozaron, comenzando un baile nunca antes ensayado, en el que el ritmo fue subiendo, y la intensidad multiplicándose. La pasión fue desatándose, y pronto se besaban como desesperados, con las bocas bien abiertas y bien apretadas, cada uno con la mano en la nuca del otro, apretándose, como queriendo traspasar la barrera de la piel.



REBELDÍA

Hoy no me ha dado la gana de ir al gimnasio, me he levantado rebelde. Esta mañana, al despertarme escogí unos vaqueros grises y gastados, con un jersey negro y mis botas favoritas de esta temporada (las que me regaló mi hermana como regalo prenavideño), nada formal ni elegante. Al mirarme al espejo vi el remolino que la almohada había construído en mi pelo, y decidí no luchar contra él en una pugna perdida de antemano (además, el remolino me daba cierto toque infantil).

Al llegar a la oficina me puse a ojear/hojear (tanto da, de ojos ojear, y de hojas hojear) el pasado, es decir, los periódicos gratuitos de ayer, esos que cada día voy recolectando, solo para leer el horóscopo, y saber lo que no va a ocurrirme (no dan una). Entró el compañero que cada día viene a darme la lata y lo ignoré, a veces hay que ser tajante.
Durante la mañana decidí robarle al curro un rato para escribir un post, quería hacer una continuación de Un viernes cualquiera, y me puse a teclear. El lugar no era el más inspirador, porque no hay ni un compañero que me provoque el más mínimo interés (también es mala suerte que seamos unos 40 entre hombres y mujeres, y no haya ni un solo tío que me despierte la líbido), pero algo escribí, luego lo repasaré por si se puede salvar algo.
Al salir, en lugar de caminar deprisa hacia el coche, me fui dando un paseo tranquilo, escuchando música, y observando como el viento hacía a las nubes deslizarse. Una nube grande cubrió la ciudad, y cuando el viento la arrastró la luz volvió a brillar con mucha intensidad, como si una mano divina (divina de dios, no de monísima) hubiera dado al interruptor.
Comida familiar, se debatían temas que no vienen al caso, y como siempre tuve que ser la voz discordante, pero alguien tendrá que decir lo que realmente piensa, y no lo que los otros quieren escuchar.
Al volver a casa me tiro al sofá a escribir este insulso post, y decido que no voy a ir al gimnasio, hoy me rebelo contra todas las obligaciones que me marco, y voy a dedicar la tarde a disfrutar de mis blogs favoritos. Consecuencia de esta rebeldía ha sido comprarme en la pastelería de abajo una caña y un donut, ambos rellenos de chocolate. La excusa: mi cuerpo me pide azúcar. La realidad: me toca los c...... la dieta.


26 enero 2009

ARENA EN MIS ZAPATOS


¿Recuerdas cuando te acercaste a mi en aquel bar? Me dijiste que éramos compañeros de gimnasio y aún no sé de dónde sacaste ese desparpajo que nunca más asomó.
¿Recuerdas cuando te propuse regresar de la playa conmigo? Te invité a un café en casa y con los nervios pegué un volantazo que casi nos hace salirnos de la carretera.
¿Recuerdas como ese café se alargó en una charla interminable, durante la cual jugábamos al gato y al ratón en el sofá? Yo no sé de dónde saqué ese desparpajo.
¿Recuerdas que ese café se convirtió en una cena improvisada? Durante la cena me pedías que no te mirara con tanta intensidad, y yo no podía controlar lo que mis ojos dejaban translucir.
¿Recuerdas que al retirar los platos me situé a tu lado y sin darnos cuenta aparecimos con las lenguas anudadas en un beso eterno? De la mesa nos fuimos contra la pared del salón, en la que, con el remache de tu vaquero, dejaste una marca de 30 cm que aún existe.
¿Recuerdas cuando me buscabas en la playa esperando a que apareciera allá a lo lejos? Llegaba y nos metíamos al mar, y no podíamos salir de lo empalmados que estábamos con solo mirarnos.
¿Recuerdas aquella noche que viniste corriendo a casa para darme un beso de buenas noches, y regresar inmediatamente a la tuya?
¿Recuerdas cuando viajaste a tu país para solicitar la residencia en el mío? Temblabas cada vez que veías un policía, y te dije que así no se podía vivir, arriesgándonos a que no te dejasen volver por tener el visado cumplido. Cuando te recogí en el aeropuerto estabas todo transpirado de los nervios, y esa noche viniste a casa y no volviste a marcharte.
¿Recuerdas nuestra primera escapada? Visitamos Granada, y la Alhambra, y paseamos de noche a su alrededor a la luz de la luna llena. Tú hablabas, y hablabas, y yo viajaba a tu país a través de tus palabras. Éramos tan felices.
¿Recuerdas cuando cumpliste 26? Notaba que días antes te embargaba la nostalgia por tu gente, y me dediqué a mandarles a tus amigos y familia tarjetas de teléfono prepagadas, pidiéndoles que no se olvidaran de llamarte ese día, que estabas mal. Nunca te lo dije, porque ver tu cara al recibir tantas llamadas era premio suficiente para mi.
¿Recuerdas cuando me pedías que hiciéramos "cucharita", y así nos quedábamos dormidos, con tu culo en mi entrepierna, y yo tocándote los pies con los míos?
¿Recuerdas cuando tenías la manía de rascarte las durezas que el trabajo provocaban en tus manos, usando mis uñas? Disfrutaba poniéndote crema reparadora en tus manos curtidas por el frío, el viento, y el trabajo duro.
¿Recuerdas cuando tenías el sueño de comprarte un departamento en tu país? Te llevé al banco, solicitamos el préstamo y lo compraste, y un año después fuimos felices durante las tres semanas de vacaciones que pasamos en él.
¿Recuerdas cuando me regalaste un portátil para mi cumpleaños? Yo sabía lo que ese desembolso suponía para tu economía, tan frágil en aquel momento, pero no quería herir tu orgullo rechazándolo.
¿Recuerdas cuando no nos iba bien y te animé a que me dejaras? Me había dado cuenta de que como pareja no podía ofrecerte más, que mi capacidad de hacerte feliz se había evaporado, y que necesitabas seguir evolucionando en otro sitio. Llorabas al irnos a dormir, porque se acercaba la fecha que habíamos fijado para nuestra separación, y yo intentaba animarte, diciéndote que todo iba a ir bien, que nada era definitivo, mientras se me rompía el alma, e interiormente lloraba ríos de lágrimas. Así te quería yo.
Son ráfagas de momentos vividos que me vienen, mi memoria me traiciona, y a veces me gustaría amputarme esos recuerdos. Es arena en el interior de mis zapatos, que no me impide caminar, pero me estorba, y me recuerda que aún sigues ahí.
Justificar a ambos lados

25 enero 2009

LA ERA DE LA COMUNICACION


El año pasado me adentré en el misterioso mundo de los portales de contacto, y como en todos los campos, tuve que ir aprendiendo los códigos, las formas de relacionarse en ese espacio. Tenía un perfil creado del año la nana, de mi soltería anterior, pero en aquella época aún me daba un no sé qué poner fotos mías en una página así. Me parecía un riesgo que cualquiera pudiera verte, y saber que estabas buscando aquello que estuvieras buscando.
El año pasado parece que ese miedo había desaparecido, o quizás el constatar que ya no funciona el contacto persona a persona en los bares me hizo perder el miedo, si no hay otra forma de relacionarse, pues uno tiene que hacer lo que tenga que hacer. Y si se trata de modas, con más razón, no quiero ser un looser de las películas americanas.
De entrada, analicé qué es lo que buscaba, y al principio lo tenía claro, buscaba conocer gente, divertirme, y si además me tocaba una pareja en la lotería, pues mejor. Puse fotos muy vestido, con la ropa más formal que tenía, recuerdo una hecha en un viaje a Roma, dentro de una cafetería elegante, vistiendo un jersey cuello uve, de lo más formal. Me hice otra a propósito para el perfil, en la que aparecía sentado en mi sillón de lectura (ese que compré con mucha ilusión, pero que nunca he usado de incómodo que es; Ikea puede tener un bonito diseño, pero lo que se dice cómodo... no es) con un libro de Ian Gibson que estaba leyendo, en plan intelectual, intentando mostrar que todos no buscábamos sexo a saco y carne al peso.
Cuando vi que la cosa no terminaba de funcionar, porque o no recibía mensajes, o los perfiles que se interesaban por mi no me interesaban a mi, fui readaptando el perfil. En el campo de lo que busco, en el que tenía amistad y pareja, empecé a añadir sexo con uno, sexo con pareja, y todas las demás opciones que hubiera, preferia descartar yo en un momento dado, a que me descartaran a mi de entrada. De igual forma, mis fotos fueron cambiando, empecé a aparecer con una ropa más informal, algó más ceñida (los efectos de mi vuelta al gimnasio iban manifestándose), y empecé a recibir mensajes de perfiles más interesantes.
Llegó el momento de quedar en persona, mi fisiología me lo pedía, y además, para eso estaba invirtiéndole horas a ese medio. La primera cita es dura, no estás aún acostumbrado, no sabes qué contar, piensas que si hablas mucho el otro va a pensar que eres un charlatán, y si hablas poco que eres hosco. Eso es lo que piensas antes de tener esa persona delante, después, te da igual, porque la imagen que te habías hecho a raíz de un par de fotos no tiene nada que ver con la realidad, viendo a esa persona desde diferentes ángulos, en movimiento, oyendo su voz, y su forma de desenvolverse. Igual que hay expertos en anatomía, en reconocimiento de voz, te vuelves un experto en identificar retoques de photoshop, o recortes para no mostrar aquello que no vende.
Y ya, cuando empiezas a analizar las fotos con tus amigos, los cuales también están tan metidos como tú en ese mundo, te oyes decir cosas como: si no enseña más abajo del pecho, por algo será; esa postura no es muy masculina que digamos; si no le veo el calzado no me puedo fiar de sus gustos estéticos; si dice tipo de cuerpo medio, es que no ha ido al gimnasio en su vida; si en el tamaño del pene dice medio, es que la tiene pequeña (no sé yo qué sistema de medida usa la gente últimamente, pero seguro que no es el sistema métrico internacional).
Y un día, mucho tiempo después, cuando entras a tu perfil, ves que tienes fotos de primeros planos, con poca ropa, o más bien en bañador tipo speedo (lo siento, me pierden esos bañadores, y si imagino la marca que queda debajo, me pongo palote), y te preguntas ¿cómo he llegado yo aquí?
Dejaré para otro día el relato de algunas de mis experiencias personales, si no se va a hacer muy largo, pero hay una reciente que no puedo pasar por alto. En noviembre me fui a Sevilla con JC, y nos quedamos en casa de sardi, con la que echamos muy buenos ratos. Conocí a un amigo de un amigo, con el que cenamos y nos fuimos de marcha. La verdad es que a mi me puso mucho, me gustó, y no solo físicamente. Conversando, llegamos al tema perfiles, y ni corto ni perezoso, se sacó su Iphone del bolsillo y me pidió el nombre de mi perfil para visitarlo, cosa que hizo inmediatamente, delante de mi. Parece que ya no nos fiamos de la realidad, necesitamos ver a esa persona en sus fotos con poca ropa, y conocer de antemano el rol, tamaño, gustos sexuales. Ni que decir tiene que cuando regresé a casa hice lo mismo, usando el historial de mi perfil, ya que no tengo Iphone.

24 enero 2009

STULTIFER


Una tosca escalera de acceso a la playa, de las que subes siempre con el mismo pie, con lo incómodo que es eso, y más después de todo un día de playa. Stultifer, la tomé acordándome de ti, hace un par de semanas.

23 enero 2009

EVASIÓN


A veces la realidad me parece tan vulgar o tan antipática que necesito evadirme de ella, hay quienes utilizan sustancias químicas, y quienes utilizamos la imaginación. En mi caso, suelo meterme en un libro e imaginarme todo aquello que se relata en él, o también suelo ponerme música y voy desgranando línea por línea los sentimientos y vivencias que en ella se cuentan.
Me he vuelto tan adicto a ello, que ya no me sale caminar por la calle sin envolverme en una música que aderece el paseo, o conducir sin una banda sonora que entretenga el trayecto. Lo primero que hago al salir de casa, antes de montarme en el ascensor, es buscar en mi Ipod con qué musica quiero empezar el día, porque sé que de ello depende el estado de ánimo que me acompañará toda la jornada.
Esta tarde he ido al Mercadona de mi distrito, si, pienso que los Mercadonas están puestos por distritos al igual que los centros de salud, y que dependiendo de tu domicilio te corresponde uno u otro. Es tan así que cada vez que me he mudado he cambiado de Mercadona, y me ha dado miedo volver al anterior por si al llegar a caja no quisieran cobrarme por no corresponder a mi nuevo domicilio.
Antes de entrar al supermercado me pongo a Roisin Murphy, necesitaba darle a ese momento compra de cebollas, pimientos, y huevos, un toque de sofisticación, ya que no me puedo permitir comprar en el supermercado de Hipercor. Entonces voy recorriendo los pasillos, aislado de la música ambiental, sintiéndome que soy diferente al resto, y que mi diferencia reside en mi elección de la música, me rebelo contra la música de Bisbal que vomitan los altavoces y la sustituyo por mi Roisin. La pobre debe de estar afónica de tanto que la hago trabajar.
Y me voy sintiendo ajeno a lo que me rodea, como si fuera un mero espectador de lo que a mi alrededor ocurre, tomo distancia de todo y analizo lo que llevan los carros de los demás, si contienen unas grandes dosis de grasas saturadas, o por el contrario están llenos de productos light, si es una pareja hetero, o es un hombre solo. La sociedad española ha cambiado mucho en los últimos años, se constata simplemente con el hecho de ver hombres solos haciendo la compra, cuando hace unos años eso sería impensable.
Compruebo la lista de la compra que hice esta mañana en un descanso del trabajo, porque mi memoria ya no da para mucho, y veo que al final lo tengo todo excepto las salchichas de pollo (light, por supuesto).
Cuando llego a caja, sintiéndome tranquilo porque en mi DNI pone la dirección que corresponde al distrito de este Mercadona, saludo a Rosa, la cajera que ya se va haciendo cotidiana en mi vida, y que me pregunta por mis vacaciones, o busca a mi alrededor la compañía que perdí hace tiempo. Y sonriendo me dice: "¿Has visto cómo me han dejado en la peluquería?, me han puesto como a la Madonna". Yo me sonrío y le contesto que sí, que está muy guapa (realmente lo está, con el estilo de Madonna en Hung up), y que me gusta mucho su nuevo estilo. Y vuelvo a sentirme integrado en esta sociedad de la que a veces huyo.

22 enero 2009

MI PRIMERA VEZ


Quedé con Alejandro para ver alguna de las obras del Festival de Teatro de Málaga, él es un fanático del cine, la música y el teatro, y escogimos Mi primera vez, nos reiríamos, y de paso desfrutaría de ver en directo a ese actor que tanto me gusta: Bart Santana. Antes de ir al Cervantes nos fuimos a una tetería, y disfruté de un té moruno y una riquísima tarta de limón, y allí nos pusimos al día de los últimos acontecimientos. Este chico va a llegar lejos, lo sé, y se lo he dicho.
Al entrar al Cervantes, el actor Javi Martín nos recibe entregándonos unas tarjetas en las que debemos contestar preguntas del tipo: A qué edad, donde y con quién fue tu primera vez.
Tras apagarse las luces, los cuatro actores se sitúan frente al público sentados en unos simples bancos y comienzan a representar múltiples y variados personajes, contando sus experiencias. Tardas un segundo de más en darte cuenta que lo que dice uno no está relacionado con lo que dice el otro, y que cada intervención representa a un personaje diferente.
El escenario, con muy pocos elementos va cambiando: volcando un banco se convierte en una silla de ruedas, poniéndolos en línea confeccionan una cama, o una bici, o una sala de espera de aeropuerto.
Sobre las tablas se desarrollan una serie de diferentes proposiciones escénicas: monólogos, historias en pareja, cuartetos... Se recrea el doblaje de una película con dos actores haciendo las voces y otros dos desarrollando la historia contada, en una especie de mimo que resulta muy divertido. Esta escena hace un guiño a Mujeres al borde... de Almodóvar, pues las dos primeras líneas son las que Pepa tiene que doblar con Iván, cuando se queda dormida a causa de los somníferos.
La escena que más divertida me resultó fue la recreación de dos amigas chonis que van al "Diario a diario", parodia del "famoso" programa El Diario de Patricia, recreando una pareja de amigas barriobajeras y poligoneras que cuentan la primera vez de una de ellas, y que me provocó un ataque de risa que me resultó imposible disimular en el silencio de la sala.
Lo que más morbo me dio fue ver como Bart Santana y Javi Martín se enrollan en una de las escenas, de la que me quedé con ganas de más, y me volví a casa con un calentón...
Hablar de sexo y de la primera vez da mucho juego para el humor y la risa, permite jugar al doble sentido, y echando la vista atrás te das cuenta de que todos, a determinada edad, hemos tenido las mismas dudas o miedos, con respecto a la pérdida de la virginidad. A lo largo de la obra se leen tarjetas de las que el público ha entregado, y van deshojando experiencias de los asistentes. La mía no trascendió, pero es que es tan normal, que no me extraña, aunque eso será tema para un futuro post.
Lo mejor: Descubrir a Mar Abascal, a la que no conocía, y que tiene un abanico de registros ilimitado. Miren Ibarguren, la pija de escenas de matrimonio, consiguió que estuviera pendiente no solo de su voz, sino de su interpretación gestual, sus caras y miradas no tenían desperdicio.
En cuanto a los chicos, me sorprendió el desnudo integral de Javier Martín en los primeros minutos de representación, y me gustó (muuuuuuchooooooo) el desnundo de Bart Santana al final. Me encanta ese actor (aunque tenga sus limitaciones interpretativas, las compensa con una cara interesante y una actitud simpática), así que podréis imaginar los esfuerzos que tuve que hacer para no lanzarme al escenario (estaba en la fila 2, central, y lo tenía justo enfrente), y tirarme encima de él. Eso sí que es "discriminación positiva", la de desnudar a los chicos en lugar de a las chicas.
Lo peor: Que se acabó, que la hora y media que duró me supo a poco.
Hoy tengo muchas ganas de reírme, estoy de muy buen humor, y sé que está relacionado con las carcajadas de anoche.

21 enero 2009

MI PENDRIVE ES MCGYVER.


Mi pendrive es Mcgyver, ayer me lo encontré dentro de la lavadora. No sé cómo llegó allí, supongo que estaría dentro de mis vaqueros, pero no recuerdo cómo llegó a mis vaqueros. Cuando lo vi supuse que me había quedado sin él, pues había sufrido 40 grados de lavado, y un centrifugado de 1000 rpm, no hay quien sobreviva a un lavado de este tipo, excepto mis vaqueros. Por si acaso lo dejé al aire, esperando a que se terminara de secar para comprobar lo peor. Hoy lo conecto y resulta que funciona perfectamente, y además el contenido no ha sufrido daño alguno. Tenía unas fotos que se ven perfectamente, en las que los motivos fotografiados no aparecen ni mojados ni llenos de espuma.
Digo yo que eso será una señal, pues llevo un año y medio metido en una lavadora, sufriendo ahora el frío, ahora el calor, y alguien dándome vueltas y vueltas parar llegar al final del programa. Pues resulta que ayer, casualmente, también se acabó el progama de lavado para mi, y tengo la impresión de que alguien me ha abierto la puerta de la lavadora, y me ha sacado de ella, poniéndome a airear. Si hay esperanzas para el pendrive, digo yo que también las habrá para mi. Lo dicho, mi pendrive es Mcgyver.

19 enero 2009

LLUVIA


Ya me había avisado Ulises desde su blog que iba a llover. A él le gusta contemplar las nubes, y últimamente me ha dado por mirar el paisaje y dejarme llevar por las formas que éstas van adoptando, sus densidades, sus tonalidades. Hoy él hubiera querido ser el dios del tiempo para hacer que en Málaga cayera una buena tromba, y quizás lo haya conseguido.
Me voy a pasear al frío de la noche, me relaja y me apacigua toda la tensión del día, de no haber dormido bien. Uno no siempre puede controlar lo que siente, ni lo que otros le hacen sentir, y muchas cosas se van sumando y sumando, llegando un momento en el que no puedes procesar tanto, no puedes evitar que ese cúmulo de sensaciones atenace tu garganta y te impida respirar, con un nudo en el pecho que a lo largo del día se hace más prieto.
Ando por la avenida, los coches pasan rápido a mi alrededor, sus luces me deslumbran pero me gusta sentir la velocidad con que pasan a mi lado. No los oigo porque voy escuchando un álbum antiguo de Dido, No Angel, ya que mi afición a su último álbum me ha hecho bucear en su discografía, y apreciar su música, que es atemporal. Cuenta muchas historias que describen mis vivencias, parece haberlas compuesto y cantarlas para mi. Últimamente no paro de escuchar White Flag, e intento oírla desde el otro lado del espejo, pues es la canción que me cantaría a mi mismo desde los labios de otro.
Empiezan a caer gotas tímidas, que van dejando sus pequeñas huellas en el asfalto, en la acera, y se me pasa por la cabeza darme la vuelta y volver a casa. Decido seguir adelante, el frío húmedo quizás me aclare las ideas, y me despeje la mente. Me cruzo por la calle con personas a las que observo, todo el mundo camina rápidamente, con caras de cansancio, de desconfianza, pues la noche se va cerrando y la lluvia empieza a caer con más intensidad.
Gordos goterones van mojándome el cabello, la cara, las manos, y me van recorriendo hilillos de agua fría por el cuello hacia abajo, humedeciendo mi ropa. El abrigo que llevo es impermeable pero el interior comienza a absorber el agua que entra por el cuello. Toda mi energía es negativa, está revuelta y oscura, pero empiezo a notar como esa lluvia la va lavando y limpiando, y una sensación de renacer, de que todo va a salir bien, de que aún me queda capacidad, voluntad y optimismo para seguir adelante me empieza a envolver.
Termina el álbum, y con mi energía recién limpia vuelvo a casa.

18 enero 2009

MARIANA PINEDA, DE LORCA.


El viernes por la noche fui a ver la Mariana Pineda de Lorca en el salón de actos de la Casa de la Cultura, acto organizado por la Concejalía de Juventud. Jóvenes, lo que se dice jóvenes, eran pocos, me atrevería a decir que sería un 20 % de los asistentes, el resto eran mayores, prejubilados, pero todos con muy buen gusto.
La obra la representaron Amagares Teatro, chicos jóvenes con mucho talento que, a pesar de contar con pocos medios escénicos, son ricos en ardor, voluntad y profesionalidad. El peso de la obra recae sobre Mª José Castro, que representa a Mariana Pineda, y que tiene la capacidad de transmitir un gran variedad de sentimientos: amor maternal, filial, fraternal, pasión y, lo mejor, sus lamentos, de intensidad tan alta que consiguieron arrancarme alguna lágrima. Su actuación es convincente, apasionada, orgullosa, íntegra. Los papeles masculinos los representan unos chicos que muestran muy bien la diferencia de perfil entre cada uno: Fernando es el amigo enamorado y leal; D. Pedro de Sotomayor es el cabecilla del alzamiento, de actitud chulesca, impulsivo e idealista, que se convierte en un cobarde; Ramón Pedrosa es el corrupto que imparte ley, y que intenta conseguir con su poder lo que no puede conseguir con sus atributos. El actor que representaba a Ramón Pedrosa me lo crucé en el semáforo cuando iba a sacar la entrada, y ya me había parecido atractivo por la calle. El actor que representaba a D. Pedro de Sotomayor resultó ser el chico que trabajaba en la papelería que había junto a mi antiguo piso, al que le compraba la Zero todos los meses (antes de que se convirtiera en una revista muy cara, llena de publicidad) y del que siempre me quedaba con ganas entablar conversación. Ahora que sé que es actor de teatro me parece incluso más interesante.
Mariana Pineda representa la lucha de una mujer por la libertad, pero yo añadiría: la libertad de amar. Acaba envuelta en un complot político como resultado de su amor por uno de los cabecillas, y de seguro que sin esa pasión no hubiera participado de las revueltas, dada su situación y clase social. Defiende la libertad, pero su propia definición de libertad es la de ser libre de amar a una persona, involucrarse con ella completamente, sin importar los riesgos. Me recuerda, salvando mucho las distancias, a la Candela de Almodóvar, esa de Mujeres al borde... que se enamora de un terrorista chiíta.
Los amores que Lorca pinta con palabras suelen ser difíciles, conflictivos, prohibidos, quizás como él sentía el amor en la época que le tocó vivir, y que acaban mal, pero cuyo final trágico es una redención personal del protagonista. El teatro de Lorca es pura poesía andaluza, cuidada, inteligente, llena de pasión, muy natural y simple (que no simplista). No necesita de artificios barrocos para hacernos evocar imágenes intensas, reales y realistas.

UN BUEN DÍA DE PATINES Y BICICLETAS

Después del gimnasio me llamó Andrew para que me fuera con él y Gerardo a pasar el día en Málaga. Gerardo vive en el Limonar, en un entorno preciosista, que remite a una Málaga novecentista, de arquitectura señorial y lujosa, pero a la vez sencilla y cercana. El plan era un paseo en bici a lo largo del Paseo Marítimo, y como yo no tengo bici (aún) iría con mis patines. Cargué el coche con los patines, la cámara, como le dije a Gerardo en cuanto descargué en su casa mis cosas: he venido con todos los juguetes de los Reyes Magos.
Tanto tiempo sin patinar, estuve a punto de matarme por las calles del barrio antes de llegar al paseo marítimo, pues no notaba las pendientes hasta que estaba lanzado por ellas, y lo peor, las rampas antideslizantes de cada esquina, en patines se convierten en una trampa mortal.
Una vez en el paseo marítimo, todo cambió, el suelo plano, mucho espacio para moverte y muchos tios buenorros haciendo deporte con los que me cruzaba, así no hay quien mantenga el equilibrio (el físico, para no caerme, y el emocional, para no caer a los pies de alguno). Un día soleado pero no caluroso, perfecto para tomar unas cuantas fotos y conseguir unas buenas agujetas en las piernas. Después de unas horas en patines ya no sentía dolor, en realidad, ya no sentía nada, de botas para abajo.
Después del paseo, unas cervecitas en un bar del Palo, a pie de playa, consiguieron hacerme replantear el significado de la felicidad, se puede ser feliz con tan poco: una buena compañía, un día hermoso, una cerveza fresquita.
Comida en casa de Gerardo, un puchero de los que te levantan la moral (y yo ya la tenía alta) y un rato de sofá y ordenador; lo que no ha conseguido Cotte lo va a conseguir Gerardo: que me pase de PC a Mac.

¡¡¡¡¡¡ ME DEJAS MUERTO!!!!!

14 enero 2009


Suena el despertador, las 6:15, ufff, qué sueño, primera sensación: las agujetas de las piernas me acribillan. Estoy todo húmedo, he debido de sudar toda la noche, qué frío al levantarme con la ropa mojada. Visita al baño, abluciones matinales, me visto (qué coño me pongo hoy), desayuno rápido, como los pavos, bowl de cereales, tortilla, tostadas y té, agh, no me entra tanta comida, pero ya he ganado dos kilos y no se notan en la cintura del pantalón, ¡bien!
Paseo los perros, vaya mierda de frío, ¿cuando volverá a ser la Costa del Sol? Subo al coche, conecto el Ipod, se me cae de las manos, de tan frías que las tengo se vuelven torpes, salgo a la autovía, acelero, sobrepaso el límite de velocidad, pero es que si no llegaré tarde, ¿dónde voy a aparcar?, he tenido suerte, un espacio libre cerca de la oficina, llego a la oficina y ficho (parezco 007, con el lector de huellas, pero la pantalla plana para cuándo), cojo mi llave, la de la oficina contigua para desconectar la alarma, la desconecto, entro en mi oficina, conecto la calefacción, me siento, enciendo el ordenador... Ufff! las siete y media y mi umbral de estréss ha sido desbordado, solo me queda toda la jornada para relajarme...
Al menos tengo almuerzco con compañía, después de casi un mes ya va siendo hora de que dé señales de vida, salgo del trabajo, camino rápido hasta el cajero (con qué pago el almuerzo sino), desando el camino de vuelta al coche, conecto el Ipod, esta vez no se me cae, mis manos no están heladas, coduzco hasta el paseo marítimo, encuentro el sitio y me encuentro con él, me da el regalo de Navidad, me conoce bien, me gusta el regalo, nos sentamos a la mesa en una terraza, por fin hay un poco de sol, le escucho mientras absorbo la energía del sol, me cuenta cosas, le cuento cosas, nos miramos a los ojos, nos reímos, nos callamos (poco), tardamos en despedirnos, vuelvo al coche, regreso a casa, me cambio y me voy al gimnasio, entreno pectoral, sudo, me sube la temperatura, veo a los demás, saludo a alguno, termino, lleno el tanque de gasolina, me equivoco de surtidor, viene la empleada de la gasolinera y me dice que me equivoco de surtidor, agarro el correcto, lleno el tanque, llego a casa, la ordeno un poco, paseo los perros, me pongo una porno, me masturbo, me meto en la ducha, me pongo el pijama, hago la cena, devoro la cena, recojo la cocina, me conecto, leo unos blogs, leo unos posts, contesto alguno, cuelgo alguno, me tumbo en el sofa oyendo a Lizz Wright, escribo esto.
Estoy preparado para dormir
PD: Al menos las nubes me tranquilizan de tanto estrés.

12 enero 2009

UN VIERNES CUALQUIERA


Miguel salió ese viernes como de costumbre, el verano daba los últimos coletazos y sabía que a medida que pasaran los días los bares se irían vaciando de turistas. Había sido un verano divertido para él, había conocido mucha gente, había tenido sus rolletes pero no había cuajado nada en serio.
Estaba junto a la pista, rodeado por sus amigos, cuando vio a un morenazo que le resultaba familiar. Haciendo memoria recordó haberlo visto unos meses atrás, en un caluroso día en el que cambió la playa por el frescor de un centro comercial. Estaba comiendo en una cantina mejicana cuando lo vio recorrer el pasillo junto al que se encontraba, caminando con decisión y energía, y no pudo quitarle la vista de encima en todo el recorrido que hizo frente a él.
Y allí estaba el moreno, bailando en la pista ajeno a lo que rondaba por la cabeza de Miguel. Como no tenía soltura ni costumbre en las artes del ligoteo, sabía que lo más probable era que el chaval acabara yéndose sin tener la oportunidad de conocerlo, y quién sabe cuándo volvería a encontrárselo. Se acercó a su amigo y le dijo al oído, intentando que la música no tapara su voz: "¿Has visto al moreno de la camiseta negra? Lo ví un día en el Centro Comercial y me encantó, es mi tipo ideal". Su amigo contestó que sí, que se había fijado en él. "Y quién no", pensaba.
Se sentía intranquilo, con esos nervios que se apoderan de tu estómago cuando sabes que se han alineado los astros, dándote una oportunidad irrepetible, pero después de un rato, notando que el moreno no le prestaba atención se relajó y siguió a lo suyo, bailando y riendo con sus amigos de cualquier tontería que hicieran, o riéndose de algún modelón que hubiera alrededor.
Más tarde, todavía con la vista puesta en el moreno, vio como se le acercaba, decidido, otro chico, y durante el segundo y medio que duró el trayecto, Miguel pensó: "¿Por qué éste y no el otro? Además, este es el amigo del que me gusta".
El chico se presentó, "me llamo Jesús, y me gustaría presentarte a mi amigo". Miguel no quería creerse que hubiera tenido tanta suerte, si ni siquiera había notado que el otro lo mirara.
Hechas las presentaciones supo que "su moreno" se llamaba Jose, que vivía a unos 30 km de distancia, que era estudiante y vivía en familia. Normal, sólo tenía 21 años.
La conversación fue fluyendo, y Miguel le propuso salir al fresco para seguir charlando cómodamente. Una vez fuera, Jose se sentó en una moto cualquiera que había aparcada cerca de la puerta del bar. En ese momento Miguel empezó a enamorarse.
Observándolo, vio que Jose llevaba sandalias, unos pantalones tipo cargo, muy anchos, ajustados a la cintura por un cordón, de un tejido con mucha caída que se adhería a su cuerpo, e insinuaba un culo prominente sin excesos, aunque bastante respingón. Una camiseta negra básica ceñía sus hombros, y marcaba el contorno de sus brazos, en armonía con un pectoral desarrollado, y un abdomen fino. Miguel no dejaba de mirar a Jose a los ojos durante la conversación, recorriendo sus facciones e intentando memorizarlas. Tenía el pelo muy negro, lo llevaba muy corto pero se intuía que era muy rizado; sus cejas, muy pobladas, enmarcaban unos ojos grandes y negros, ribeteados por unas pestañas muy tupidas. Su mirada era profunda, y transparente, como dos brocales que recibieran la luz del mediodía, si bien, dependiendo del ángulo en que lo mirara, parecía que se torcían levemente, dándole un toque de niño travieso. Su boca sobresalía orgullosamente de su cara, en unos labios gruesos, muy étnicos, que cuando se abrían en una preciosa sonrisa dejaban pudorasamente al descubierto una hilera de dientes muy blancos, cuyos incisivos estaban separados, como dos amigos enfadados.
Mientras, Jose le iba contando que estudiaba un grado de F.P. de Técnico en comercio, del que sólo le faltaban las prácticas para acabar, lo cual ocurriría en los meses siguientes, para luego centrarse en la búsqueda de trabajo, eso si no tenía la suerte de quedarse donde hiciera las prácticas.
Durante lo que parecían haber sido minutos, habían pasado un par de horas, el tiempo tiene una forma rara de medirse, es como un chicle que se estira cuando estás esperando alguien, o que encoge cuando estás disfrutando de un momento que no quieres que acabe. Y ya estaban los amigos de Miguel, diciéndole que se tenían que ir y que cortara el rollo, pues iban en el mismo coche.
-¿Me das tu teléfono y quedamos?-le preguntó Miguel, cruzando los dedos disimuladamente.
-Claro, pero no tengo móvil, te doy el teléfono de casa, llámame mañana y quedamos -contestó Jose.
Después de tomar nota del número, Miguel se acercó y le dio un beso en los labios, que Jose acogió con gusto, un beso que le supo a Miguel a helado de turrón, su favorito, dulce y denso, cálido y refrescante a la vez.

10 enero 2009

SÉ INFIEL Y NO MIRES CON QUIÉN


Viernes noche y me invitan a una obra de teatro. Por el título me imagino lo que voy a ver en escena, pero nunca desdeñaría un espéctaculo así, el trabajo ajeno tiene su valor, aun cuando no cuadre con tus gustos. Después ver la obra pienso que no me he equivocado en mi prejuicio, es una comedia de enredo muy previsible, llena de estereotipos, pero aún así, me he reído en alguna ocasión, y reconozco que las tablas del escenario me atrapan. En cuanto suena el timbre y se vuelve la sala oscura, me salgo de mi mismo y se me olvida el cansancio de la semana.
Lo peor, guión cuajado de estereotipos, desde el típico marido calavera e infiel, pasando por el diseñador de interiores con su poquita pluma al que le preguntan si es "mariquita" (la de tiempo que hacía que no oia esa palabra), hasta el propio final, todos acaban felices y en pareja, porque la felicidad en soltería parece imposible.
Lo mejor, Jesús Cisneros, que me sonaba de la tele pero no sabía mucho de él. Me parecía un tipo blando, pero en cuanto salió a escena me atrapó su voz y su actuación, reconozco que ayer lo hubiera invitado a cenar.
¿Me estaré haciendo mayor?


BROOKLYN FOLLIES


- Otro ex - se lamentó Harry, emitiendo un suspiro de nostalgia-. A nuestra edad, Nathan, no somos más que una serie de ex. En mi caso, probablemente podría recitar de un tirón más de una docena. Ex marido. Ex marchante. Ex marino. Ex escaparatista. Ex vendedor de pefumería. Ex millonario. Ex residente de Buffalo. Ex residente de Chicago. Ex presidiario. A lo largo de mi existencia he tenido mis líos y pasado mis apuros, como todo el mundo. No me duele admitirlo. [...] He pagado mi deuda con la sociedad y tengo la conciencia tranquila. Pero la equis de ex, amigo mío, es la cruz que nos marca. Ahora y siempre, la cruz marca el lugar.

Paul Auster
BROOKLYN FOLLIES

PD: Aún estoy dando forma a mi Hotel Existencia.

08 enero 2009

MALETAS Y MALETAS


He oído en las noticias que la industria pornográfica está sufriendo también los efectos de los cambios en la economía (no quiero seguir ahondando en la herida, y usar esa palabra que antes se usaba solamente en el terreno conyugal, y que ahora aparece en cada una de las noticias, comentarios, viajes de ascensor). Y pensando, pensando, llego a la conclusión de que la tensión y el miedo económico está dejando huellas también en las camas de la sociedad. Seguro que si publicaran una hipotética encuesta, el share de la líbido de los españoles, éste indicaría que ha bajado en un porcentaje alto.
Charlando con mi compañera de trabajo, que está casada y tiene dos hijos, me cuenta que ahora se hacen unas reuniones del tipo tupperware, a la que ella llama meriendas de la maleta roja. La cosa consiste en que una chica cede su casa para reunirse, las demás llevan algo para merendar: un bizcocho, una tarta, unas torrijas, unos churros con chocolate (esto lo añado yo porque me gusta más), y aparece la chica de la maleta roja. En lugar de sacar de ella todo tipo de recipientes para la cocina, de diferentes formas y tamaños, aptos para el microondas, de esos que se van acumulando en el interior de los armarios de la cocina, lo que se cuece (por seguir en el terreno culinario) tiene poco que ver con la alimentación. Bueno, en realidad sí tiene que ver.
En esas reuniones lo que se presenta al público asistente son juguetes y complementos, para sorprender y potenciar la sexualidad de la pareja. De la maleta van saliendo objetos con forma de penes de diferentes colores, tamaños, densidades, rugosidades, con vibración, sin vibración, anatómicamente más conseguidos, menos conseguidos... También se muestran varios tipos de cremas, aceites de masajes, que pueden "animar" y estimular esa líbido que hoy en día se encuentra por los suelos, sin obviar los tangas comestibles, y demás lencería sexy. Después de un recorrido por todos los juguetes que contiene esa maleta, se ha llegado a la conclusión por parte de mis compañeros (uno no se pronuncia, pues perdería la objetividad necesaria para este blog) de que el objeto que se lleva la palma es un huevo de plástico (con forma de huevo de gallina, no tengáis demasiada imaginación) que se introduce en la mujer y cuya vibración controla su pareja con un mando a distancia. Por lo visto, el no va más es usarlo fuera de casa, por ejemplo, durante la cena en un restaurante, con lo que al llegar a casa hay fuegos artificiales.
Y digo yo: ¿para cuando reuniones estilo tupperware pero con la maleta "rosa"?

06 enero 2009

CONVERSACIÓN DE MESSENGER


GUAPO DE CARA dice:
¿Cómo sabes si le gustas a alguien?
ADRIANO dice:
¿Me lo preguntas a mi? Si mi vida sentimental es un desastre
GUAPO DE CARA dice:
Al menos tienes vida sentimental
ADRIANO dice: Sabes que le gustas a alguien cuando, al mirarte a los ojos, percibes en él una profundidad especial, cuando ves que sus pupilas se dilatan aunque haya suficiente luz. Empieza por el principio, ¿hay alguien que te gusta, pero no sabes si es recíproco?
GUAPO DE CARA dice: La historia es así: nos hemos conocido y hemos follado varias veces, pero está aquí por trabajo, y en unos meses se irá.
ADRIANO: Primero plantéate qué quieres tú. Pensaba que no querías una relación, sino concer gente sin compromisos.
GUAPO DE CARA dice: Yo no he dicho eso, me dejo llevar por las circunstancias, y ver cómo fluyen las cosas.
ADRIANO dice: Pero qué le has mostrado a él, ¿posibilidad de relación, o sexo sin ataduras?
GUAPO DE CARA dice: Dentro de mi frialdad, con él me he mostrado cariñoso.
ADRIANO dice: ¿Y cómo se comporta él?
GUAPO DE CARA dice: Fuego de noche... nieve de día.
ADRIANO dice: Es complicado. Si habéis repetido es que os gustáis, pero quizás se muestra frío porque no quiere involucrarse, sabiendo que es algo temporal.
GUAPO DE CARA dice: ¿Por qué es tan difícil todo?
ADRIANO dice: Porque todos tenemos miedo a sufrir, y desde esa perspectiva, no queremos dejarnos llevar, y que luego nos hagan daño.
GUAPO DE CARA dice: ¿Siempre hay que sufrir tanto?
ADRIANO dice: La vida está compuesta de sufrimiento y disfrute, y no siempre al 50 %.
GUAPO DE CARA dice: Yo nunca he tenido la suerte de enamorarme y ser correspondido.
ADRIANO dice: Creo que el mejor sentimiento en la vida es el enamoramiento, prefiero estar enamorado aunque no sea correspondido, que no sentir nada. Cuando me enamoero, me siento vivo, cuando no siento nada por nadie, estoy muerto por dentro. Me gustaría mucho que te enamoraras y fueras correspondido, porque es lo mejor que se puede sentir en este mundo. Yo lo he sentido en más de una ocasión. Pero es verdad que ocurre pocas veces, por eso mismo es algo mágico, no estamos predispuestos a enamorarnos de cualquiera, ni cualquiera de nosotros.
GUAPO DE CARA dice: No sé si hablarlo con él, porque entonces seguro que algo cambiaría.
ADRIANO dice: Es cierto, algo cambiaría. También puedes dejarte llevar, disfrutar de los momentos compartidos, y cuando se acerque la hora de irse enfocar la situación. Si no podemos cambiar las cosas, sí que podemos disfrutar de los momentos que pueda compartir, aunque luego te resulte difícil. No hay que tener miedo, aunque duela, no mata. Yo intento hacer todo aquello que me da miedo, porque si vence el temor, cada vez se van sumando más cosas que me dan miedo, y al final acabo paralizado por el pánico.
GUAPO DE CARA dice: Estoy de acuerdo con eso.
ADRIANO dice: Todos somos Dorothy, caminando por el sendero de adoquines amarillos, acompañados por el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, que en este caso son nuestros alter ego. Queremos inteligencia para que la cabeza se imponga sobre el corazón, queremos valor cuando encontramos a alguien que merezca la pena, y queremos un corazón cuando ese miedo nos vuelve fríos.
GUAPO DE CARA DICE: "Somewhere over the rainbow"...

05 enero 2009

NOCHE DE REYES


Para el 5 de enero ya me había encargado de enviar la carta a los Reyes Magos con mucha antelación, pues siempre me gustó la comunicación epistolar, y he sido muy impaciente, por si acaso a los Reyes se le acumulaban tantas cartas que no puedieran leer la mía. En esa carta, todavía inocentemente, pedía para mi y para mis hermanos. Siempre me acordaba de pedir para los demás, en parte porque así los Reyes pensarían que era un niño de buenos sentimientos y me traerían más cosas, en parte porque no hubiera disfrutado tanto si algún miembro de la familia se hubiera quedado sin regalo. Lo extraño es que yo tengo un trauma con lo de pedir, no me gusta y aún me cuesta hacerlo, pero eso será tema para otro día.
En Nochebuena se disfrutaba de la familia, pero con los ojos puestos en las dos semanas que quedaban para la gran noche. En nochevieja entendía que era una noche para los adultos, mis dos hermanos mayores ya salían, y me contagiaban esa inquietud por escoger la ropa adecuada, por tomarse las uvas y salir pitando allá donde fueran a pasar la última noche del año.
Pero la noche del 5 era nuestra noche, la noche de los niños. Por fin había llegado ese día mágico en el que nuestros deseos se cumplían en mayor o menor medida, pero en la que siempre habían sorpresas y emoción.
Ese día se hacía largo, las horas no pasaban, y en el almuerzo ya no me entraba la comida de los nervios que se acrecentaban en mi interior. A la tarde nos llevaban a la cabalgata de Reyes, donde cogíamos todos los caramelos que pudiéramos, siempre pendiente de las ruedas de los tractores, no fueran a pisotearnos los pies o las manos. Hoy en día parece que los caramelos que lanzan, la mayoría esponsorizados por alguna marca, son pequeños y de los más corrientes del mercado, pero yo tengo el recuerdo de unos caramelos grandes y sabrosos, con piñones, con sabor a caramelo, a cola o a menta. No sé si el tamaño de los caramelos era el mismo, o al crecer yo me parecen más pequeños, pero seguro que eran muy peligrosos cuando te daban en la frente lanzados con todas las fuerzas del paje.
Después de la cabalgata pasábamos por la pastelería, donde mi madre ya había reservado unos cuantos merengues de esos que llevan plumas de colores (nunca me llamó la atención ni el merengue ni las plumas), y un gran roscón de reyes, bien relleno de nata. Volviamos a casa y, por supuesto, no podía cenar nada. Me habían inculcado la costumbre de limpiar los zapatos (en aquella época sólo teníamos un par, el de los domingos) y poner los de toda la familia junto a la ventana, antes de irnos a dormir. Los colocaba ordenados junto al balcón, empezando por los de mi padre, siguiendo con los de mi madre, detrás los nuestros, ordenados por edad. Ya era así de germánico cuando era pequeño. También dejábamos un tentempié para los Reyes, turrón del duro (porque el que más nos gustaba era el de Suchard, y nunca quedaba ni un resto para compartirlo con los Reyes).
Tenía la obsesión de irme a la cama cuanto antes, para dormirme y que la noche pasara rápido, muy rápido, y antes de rayar el día empezar a abrir los regalos.
De pequeño tenía fetichismo con las linternas, porque me imaginaba viviendo aventuras, investigando misterios del tipo de la colección de Los Cinco, y ahorraba dinero del desayuno para darme el capricho de comprar una pequeña linterna en la tienda de la esquina, Foto Ramos. La noche de Reyes la tenía preparada para que no fallaran las pilas, y me dormía con ella en la mesita de noche. En algún momento me despertaban los ruidos amortiguados del salón, pero no podía levantarme aunque casi me diera un síncope de los nervios, por si eran los Reyes, pues decían que si te levantabas y los veías, al años siguiente no te traían regalos. Cuando volvía a despertarme de madrugada, comprobando que el salón estaba en silencio, me levantaba sigilosamente, agarraba la linterna e intentaba despertar a mi hermano pequeño, al que la emoción no le impedía dormir a pierna suelta. Si no conseguía despertarlo, hacía mi recorrido en soledad, intentando ahogar la emoción cuando, iluminando con mi linternita, descubría que quello que había pedido con más fervor lo tenía dispuesto en el salón. Una vez volqué un caja, cuyo "buuummmm" retumbó por todo el piso, por lo que tuve que huir a mi cama, escuchando por el camino la voz de mi madre: "Vuelve a la cama, que hace demasiado frío para los regalos".
Sobre las 6 de la madrugada no aguantaba más, y acababa despertando a mi hermano para que juntos empezáramos a abrir los regalos, y a montar el barco pirata de los clics de famobil, o el fuerte, o aquello que cada año nos traían.
Durante ese largo proceso del montaje, buscaba los regalos de los demás, porque recibir regalos en exclusiva no me hubiera hecho feliz, y me alegraba muchísimo cuando en el zapato de mi madre encontraba alguna cajita bien envuelta,en la que solía haber alguna joyita. Entonces respiraba tranquilo, los Reyes se habían acordado de todos nosotros.
Este año ya he recibido algún que otro regalo por anticipado, y tengo otro pendiente por desenvolver, aunque lo haré el día 6 por la mañana, pero no tan temprano como cuando era niño. Aún me embarga la emoción de la noche de Reyes, aunque este año no les haya escrto ninguna carta.

04 enero 2009

ATARDECER DE SÁBADO


Esta tarde intenté empezar una nueva entrada y no había forma, estaba yermo, no tenía nada que decir, no me salía ningún pensamiento. Esta noche me fui con JC y sardi a picotear algo, y a tomar unas cervezas. Después de toda la noche charlando y contándonos nuestras intimidades he llegado a dos conclusiones:
1. Que por fin parece que he recuperado mi espacio.
2. Que no hay que tirarse a los ex.
Cuando él se fue de casa tardé tiempo, mucho, quizás demasiado, en empezar a recuperar mis espacios. Yo llevaba viviendo en esta casa unos cuantos meses cuando lo conocí, y a los pocos meses acabó viviendo en ella. No es que decidiéramos vivir juntos, más bien es que un día llegamos a la conclusión de que él vivía allí. Poco a poco fue ocupando espacios, una mesita de noche le correspondió a él, una parte de los armarios, unos cuantos cajones, utensilios de repostería que ni sabía que existían aparecían cuando abría los armarios de la cocina.
Mi cama provenía de mi casa anterior, a él no le parecía cómoda, y a mi me incomodaba haberla compartido con mi anterior pareja, así que me pareció buena idea comprar una nueva. Yo creo mucho en los símbolos, por eso pensé que comprar una cama nueva simbolizaría para mi el empezar de cero, olvidando todo lo anterior, y construir un nuevo futuro asentado en unos cimientos firmes, sin huellas ajenas.
Cuando él se fue de casa me enfrenté a un montón de espacios compartidos que ya no lo serían más, cada rincón de la casa estaba plagado de momentos, de recuerdos, de vivencias, y todas me remitían a él. Sé que es duro una ruptura cuando tienes que buscar piso pero, al menos, esa nueva vivienda no contiene el recuerdo de lo vivido. Probablemente sea más duro permanecer en el mismo sitio donde has construido una relación de la que solo quedan escombros con los que continuamente te tropiezas en tu deambular diario. Hubo momentos en que se me pasó por la cabeza venderla, o alquilarla e irme a vivir con mis padres por una temporada, pero nunca me ha gustado huir de los problemas.
Hace un par de meses (llevo sin pareja un año y medio) que vacié su mesita de noche, pero aún no he sido capaz de invadir "su" espacio de la cama, cada día me despierto acurrucado en el lado que me correspondía cuando vivía en pareja. Por suerte, ya duermo del tirón, sin despertarme cada ciertas horas.
Sé que he vuelto a reconquistar mi espacio porque ahora puedo quedarme en casa solo, y estar en equilibrio, con mi paz interior, y no necesito salir el sábado noche a la calle, para evitar oír el sonido de la soledad en casa, ese que aparentemente no se escucha, pero que a partir de las 12 de la noche del sábado empieza a retumbar en mis oídos.
Tras caer la tarde, el día ha ido muriendo, escondiédose el sol por entre las montañas. Es sábado por la noche, son más de las 12 y en mis oídos solo retumban las risas de JC, de sardi y las mías.
Como dice la Pepa (Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios): "No pienso vender este ático, me encantan las vistas".

01 enero 2009

EL PRIMER AMANECER DEL AÑO


Así comienza este año, con un cielo lleno de nubes entre las que se cuelan los rayos de un sol que se despereza y que me guiará por el camino correcto. Mientras, esa luz se refleja en el mar, que está en calma, recorrido por una solitaria ola que va tomando más fuerza, y que desaparecerá al llegar a la orilla, perfecta metáfora para describir mi estado de ánimo.
PD: Esta foto la tomé con mi nueva cámara, después de toda la noche de fiesta, justo antes de irme a dormir.