Aparece de la nada, proviene de esa maraña de información entremezclada en conexiones invisibles que une cualquier casa con otra en cualquier parte del mundo, una nebulosa oscura de parecida textura a la Nada de La Historia Interminable. Esa Nada que contamina todo convirtiéndolo en otro algo parecido pero diferente, desmineralizando la naturaleza primigenia de los objetos y convirtiéndola en otro similar contagiado de la posibilidad de pertenecer a una red pública accesible para expertos muy expertos.
Es simple, solo una frase: "Gracias por aceptar mi invitación". El virus ya ha sido infiltrado, permanece de forma latente sin mostrar síntoma alguno, tardará alrededor de tres meses en comenzar a desarrollar la enfermedad.
El catalizador fue un status, muy simple, en forma de telegrama, le hizo gracia y le comentó por primera vez. Se encontró con una respuesta que no había previsto, una declaración de intenciones que dejaba claro que la invitación tenía un trasfondo más profundo.
A partir de ese momento aparecieron los síntomas, tenues al principio, reforzándose a medida que pasaban los días.
Una tarde se lo encontró entre el maremágnum de conversaciones que pueblan la Nada oscura y fría que se esconde tras la pantalla. Los síntomas dieron paso a la enfermedad que se agravaba a medida que su perfume se gravaba en las terminaciones nerviosas de su olfato, que su sabor se metía en su memoria, y que su tacto se adhería a su piel como una funda perfecta.
Entendió que a partir de ese momento lo pasaría mal, muy mal, pero no podía doblegarse al destino.