15 noviembre 2010

Nostalgia del miedo

Pero ¿qué mierda te pasa? Te pondes delante de la hoja en blanco pensando, y se te va el tiempo.

No sé, ha pasado tanto tiempo que ya no recuerdo como funciona esto.

Si aún tienes mucho que decir, seguro que ahí dentro, en esa cabeza que a veces parece de chorlito, quedan cosas que podrías plasmar aquí.

Claro que tengo cosas, ¿qué te crees?, que ya no pienso, que ya no imagino, que mi fantasía ya no vuela. Al contrario, son tantas las cosas que no sé por dónde empezar, mi cabeza es una olla a presión que silba y silba, y parece que va a explotar. Y de pronto alguien apaga el fuego, y esa ebullición se interrumpe. Igual que un bizcocho al que se le abre la puerta del horno antes de que comience a subir, cuya masa se habrá desperdiciado y el proyecto de pastel será un fracaso.

Pues si tienes tanto que decir, comienza, da igual por dónde, podrás ir adelante o hacia atrás en el tiempo, ya sabes que es una licencia que todos los escritores utilizan en algún momento.

Pero yo no soy escritor, y no sé si quiero mirarme en el espejo. Me da miedo lo que me pueda encontrar.

Pues qué vas a encontrar, solo tu imagen, esa que lleva años devolviéndote el espejo, con mucha suerte con una arruga más, pero la misma al fin y al cabo.

No entiendes nada, me refiero a que me da miedo bucear entre tantas cosas que he vivido o que he imaginado, hay monstruos a los que no quiero volver a mirar a los ojos, y hay paraísos de los que no sé si podré retornar si vuelvo a visitarlos. Me da miedo volver de ellos y enfrentarme a este día a día tan desabrido, del que a veces me gustaría escapar.

¿Y no es peor quedarte siempre en este día a día? Al menos con tu imaginación construyes vivencias mucho más interesantes que cualquiera de las que puedas vivir en la realidad. Además, seguro que los visitas a veces, sin proponértelo, en un sueño, o cuando sueñas despierto. ¿Me equivoco?

No te equivocas, jodido cabrón, sabes de sobra que es así, pero puedo interrumpir esos sueños en los que me sumerjo por equivocación justo cuando llego a un lugar que no me gusta, o que me gusta demasiado. Justo en ese milisegundo en que el que sé que me estoy adentrando en un peligroso paraje, paro y vuelvo a la realidad. Y de esa forma, me prevengo del miedo, de la nostalgia, de la nostalgia del miedo o del miedo a la nostalgia.

Entonces te aconsejo una cosa, cámbiale el nombre, que se llame: La falta de memoria de Adriano. Así tendrá más sentido. Nada, eso es lo que compartes, una nada fácil y cómoda, como una mente en blanco; u oscura y tenebrosa, como cuando despiertas de una noche de excesos de alcohol sin recordar cómo llegaste al sitio en el que sea que estés.

Siempre has sabido dar donde más duele, siempre has tenido esa habilidad de hacer leña del árbol caído. Ya sé que yo siempre he sido mi peor crítico, el más feroz, que nunca he necesitado a nadie para que me hiciera daño, tengo suficiente conmigo mismo, me basta y me sobra.