
La insistencia de tu mirada desde la distancia, con ese punto de timidez, en esa cara de francés.
El saludo desde lejos para meterte corriendo en el coche, como un adolescente al que le sale un instante de arrojo, para inmediatamente seguirle un momento de pudor.
Una tarde entera de miradas sin que nos atreviéramos a iniciar una conversación.
Mi momento de lucidez al irme a solas a la orilla a buscar piedras, y encontrar un corazón blanco.
Tu valentía de venir con el teléfono en tu mano temblorosa para pedirme mi número.
Que no me llamaras a pesar de haberte dado el número correcto.
Encontrarnos en el bar y apenas pararte conmigo un par de minutos.
Provocar en mi la necesidad de querer seguir conociendo más de ti.
Compartir contigo esa noche de tu cumpleaños.
Probar el sabor de tus besos y no poder prescindir de ellos.
Hacerme sentir que no hay nadie más alrededor cuando tu mirada se posa en mi.
Despertarme a tu lado y no querer volver a dormir solo.
Cenar frente a ti en la terraza de un restaurante y olvidarme del menú.
Oir las letras de las canciones que te gustan, y sentir que estaban escritas para cantar mis sentimientos.
La triste despedida y convencerme para que me fuera contigo.
El viaje en coche en el que no paramos de besarnos y acariciarnos, sabiendo que esa ampliación era un regalo.
Visitar tu mundo, tu entorno, la esencia de ti mismo.
Los días juntos sin separarnos ni un minuto, noches de copas, música y amigos, mañanas de abrazos y sueños, tardes de hamaca y caricias.
La despedida verdadera, y tus continuas llamadas de teléfono.
El regalo de unos nuevos días de vacaciones.
El saludo desde lejos para meterte corriendo en el coche, como un adolescente al que le sale un instante de arrojo, para inmediatamente seguirle un momento de pudor.
Una tarde entera de miradas sin que nos atreviéramos a iniciar una conversación.
Mi momento de lucidez al irme a solas a la orilla a buscar piedras, y encontrar un corazón blanco.
Tu valentía de venir con el teléfono en tu mano temblorosa para pedirme mi número.
Que no me llamaras a pesar de haberte dado el número correcto.
Encontrarnos en el bar y apenas pararte conmigo un par de minutos.
Provocar en mi la necesidad de querer seguir conociendo más de ti.
Compartir contigo esa noche de tu cumpleaños.
Probar el sabor de tus besos y no poder prescindir de ellos.
Hacerme sentir que no hay nadie más alrededor cuando tu mirada se posa en mi.
Despertarme a tu lado y no querer volver a dormir solo.
Cenar frente a ti en la terraza de un restaurante y olvidarme del menú.
Oir las letras de las canciones que te gustan, y sentir que estaban escritas para cantar mis sentimientos.
La triste despedida y convencerme para que me fuera contigo.
El viaje en coche en el que no paramos de besarnos y acariciarnos, sabiendo que esa ampliación era un regalo.
Visitar tu mundo, tu entorno, la esencia de ti mismo.
Los días juntos sin separarnos ni un minuto, noches de copas, música y amigos, mañanas de abrazos y sueños, tardes de hamaca y caricias.
La despedida verdadera, y tus continuas llamadas de teléfono.
El regalo de unos nuevos días de vacaciones.