Conduzco de madrugada camino al trabajo, la carretera está tranquila, los altavoces propagan unos sonidos nuevos para mi, una nueva estación de radio a la que me estoy aficionando para así poder evocar tu recuerdo.
Al llegar a mi destino recorro las calles en busca de aparcamiento, visitando los lugares en los que tú y yo nos fuimos conociendo, y así paso por delante del árbol en el que nos refugiamos en busca de intimidad; mientras, enfrente el día comenzaba, la frutera estornudaba mientras montaba la terraza, y era testigo de nuestras primeras caricias.
Sigo mi búsqueda y me encuentro con el aparcamiento reservado de la empresa de electricidad en el que aquella noche aparqué, y junto al que, al acompañarme al coche, volvimos a entrelazarnos en una reminiscencia de mi época de juventud. Yo no entendía por qué no venías a casa, me decías que no podías dejar a tus amigos, y aunque tus besos decían lo contrario, a mi me sonaba a excusa. Aquellos besos y abrazos me supieron a cielo, porque tu mirada me quemaba, y me encendía con la explosión que tienes dibujada en tu iris. Esa noche te dije que al día siguiente no tomaría la iniciativa, que quedaba en tus manos.
Por fin aparco mi coche, y desando los pasos que tú y yo dimos la siguiente noche, aquella en que tomaste la iniciativa, acompañándome a casa tras la que no nos separamos en diez días, días en los que los fuimos destilando sentimientos que bebimos a tragos largos, y que nos supo a poco.
Ahora camino por la calle, paso por delante de tu portal sabiendo que ya no estas, PERO tu presencia me acompaña y me entibia las noches frescas de final de agosto.
Al llegar a mi destino recorro las calles en busca de aparcamiento, visitando los lugares en los que tú y yo nos fuimos conociendo, y así paso por delante del árbol en el que nos refugiamos en busca de intimidad; mientras, enfrente el día comenzaba, la frutera estornudaba mientras montaba la terraza, y era testigo de nuestras primeras caricias.
Sigo mi búsqueda y me encuentro con el aparcamiento reservado de la empresa de electricidad en el que aquella noche aparqué, y junto al que, al acompañarme al coche, volvimos a entrelazarnos en una reminiscencia de mi época de juventud. Yo no entendía por qué no venías a casa, me decías que no podías dejar a tus amigos, y aunque tus besos decían lo contrario, a mi me sonaba a excusa. Aquellos besos y abrazos me supieron a cielo, porque tu mirada me quemaba, y me encendía con la explosión que tienes dibujada en tu iris. Esa noche te dije que al día siguiente no tomaría la iniciativa, que quedaba en tus manos.
Por fin aparco mi coche, y desando los pasos que tú y yo dimos la siguiente noche, aquella en que tomaste la iniciativa, acompañándome a casa tras la que no nos separamos en diez días, días en los que los fuimos destilando sentimientos que bebimos a tragos largos, y que nos supo a poco.
Ahora camino por la calle, paso por delante de tu portal sabiendo que ya no estas, PERO tu presencia me acompaña y me entibia las noches frescas de final de agosto.
5 comentarios:
recordar escuece
¿Has llamado a la puerta para cerciorarte de que realmente no está? Yo lo haría.
Hay recuerdos que siempre calientan el alma...
Bikiño.
Me encanta el comentario de Stultifer, jejeje. Qué bonito todo, no? Que no me entere yo de que te da bajón.
O habrá un "continuará"...??
Yo estoy con Shultifer. Asegúrate hombre, que la nostalgia es mala compañía. ¡Dosifícatela!
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