28 mayo 2010

Lo verdadero es un momento de lo falso

Acabo de terminar este libro, el último de Lucía Etxebarria, y lo recomiendo a quien quiera echar un rato entretenido. Como lector de sus anteriores novelas, ésta me parece algo floja, una sucesión de personajes hablando todos ellos de la vida del protagonista del libro, alguien que no aparece en ningún momento sino es retratado por las personas que lo rodeaban. Como ejercicio de escritura es bastante bueno, pues consigue muy bien transmitir la identidad de cada personaje a través de sus propias palabras. Pero creo que pasa bastante de puntillas por toda la trama, no termina de desarrollar en profundidad los matices de los personajes que se relacionan con el protagonista y echo de menos algunos de sus paseos por el inframundo, noches de alcohol, sexo y drogas, que junto a ella y a través de sus palabras hemos visitado. Siempre me ha gustado ir de su mano por estos viajes nocturnos, ya que su visión siempre me ha parecido novedosa, precisamente por ser una mujer la que los retrataba.
Extraigo del libro este párrafo del final, por transmitir suficientemente bien lo que muchos que nos hemos apartado de la norma en nuestra forma de vida hemos echado de menos cuando somos voyeurs de la vida de los demás:
"[...]un poco más adelante la canción dice que el placer se puede comprar pagando con dolor, y es cierto que yo envidio muchísimo a tanta gente que conozco cuyas vidas no son una montaña rusa sino más bien una plácida llanura de obligaciones y contratos, de enlutadas profesiones y oficios, de previsibles alegrías domésticas, de cerraduras protegidas y rituales de domingo, de serenidad con que las hojas esperan su inevitable caída y su conversión en polvo, pero también sé que ellos no podrían ni imaginar algunos de los paisajes que he visto, de las caricias que he dado y recibido, de los besos que me han hecho quedarme sin respiración, y que por eso no pueden cantarlos o escribirlos. Y me pregunto, como tantas veces, si merece la pena pagar el placer con dolor, pagar la capacidad de contar tantas cosas con esta sensación de vacío que llega de pronto, como las depresiones."
Lo que más me ha gustado es la interactividad de la novela con internet, pues puedes encontrar en Facebook el perfil de dos de los protagonistas del libro, e incluso puedes ver el video del primer éxito del grupo musical protagonista del libro, que os dejo aquí.

25 mayo 2010

Amaos

Ave María Purísima,
Padre, estando en el mes de las comuniones, después de asistir a la de un familiar he pensado que hace mucho que no me confieso, yo diría que desde mi Primera Comunión, y he tenido el impulso de hacerlo.
Durante la Eucaristía me vi frente a las vidrieras que decoran su Parroquia, en una de las cuales se puede leer una exhortación: "Amaos". No he podido evitar pensar en mi familia, mis amigos, las personas que me rodean a las que quiero, y no consigo entender la oposición que muestra la Iglesia al amor entre personas del mismo sexo.
He reflexionado sobre ello, y he hecho un examen de conciencia, a través del que constato que el amor que yo he sentido es equiparable, incluso a veces más intenso, con menos reservas y condiciones, que el amor de algunas de las parejas heterosexuales que conozco y que han sido bendecidas con el sacramento del matrimonio.
Sé que cuando me enamoro respeto a mi pareja ante todo, respeto sus necesidades y carencias, me vuelco en sus momentos bajos, lo ayudo en todo lo que puedo, comparto con él todo lo que tengo, y en el momento de la enfermedad lo cuido con una constancia y un empeño que no encuentro en mi cuando soy yo el enfermo.
Lo único que "diferencia" ambos tipos de relaciones es la capacidad de procrear, de tener hijos; y yo me pregunto: en los casos de parejas heterosexuales no fértiles, ¿debería la Iglesia darles la espalda?, o en su lugar debería entenderlos, apoyarlos y comprender la dificultad que conlleva la existencia yerma, que impide la continuidad, que impide dejar un rastro genético sobre la faz de la tierra.
En realidad no sé muy bien por qué me estoy confesando ante usted, porque para que la confesión tenga efectos espirituales debe partir de un examen de conciencia para recordar los pecados cometidos. Siendo una buena persona, el único pecado del que me puedo acusar es de mantener relaciones con personas de mi mismo sexo, lo cual no considero pecado. Por tanto, no cabría el arrepentimiento, sentimiento necesario para el propósito de enmienda, del que carezco por razones obvias.
Me gustaría decirle, para terminar, que la Iglesia necesita adaptarse a los nuevos tiempos, y no permanecer anclada en un pasado medieval, si tiene la intención de perdurar, y debe hacerlo rápidamente. Aunque en mi caso ya es tarde, perdí la Fe primero en su Iglesia, posteriormente en Dios, cualquiera que fuese su nombre.
Como el protagonista de aquella novela de Unamuno, quiero creer.


06 mayo 2010

El azul de Elya

Fotografía: Griego Atardecer
Autor: El Roce

Al recoger la correspondencia, entre sobres con membretes de firmas comerciales y bancos, encontré una tarjeta postal con la fotografía de una atardecer en el mar. Me pareció raro porque no recordaba que ninguno de mis amigos estuviera de viaje, empecé a leerla en el ascensor sabiendo que no era para mi, que el cartero se había equivocado, pero como no llevaba sobre, su contenido era público. Me pareció tan bonita que no pude evitar compartirla con vosotros, he aquí su contenido:

"Querido Abel, aprovecho un momento de tranquilidad para compartir contigo la felicidad que me envuelve, es una sensación que arraigó en mi en cuanto me subí al avión con destino a esta isla que no ha defraudado ni la más alta de mis expectativas.
Me resulta curioso pensar que vestimos de casualidad aquello que depende esclusivamente de nosotros, nuestra tendencia a atribuir al destino la responsabilidad de lo que nos ocurre ahora me parece muy lejos de la realidad. En el mismo momento en que compré aquel billete de avión empecé a escribir esta historia tan bonita que nació la primera noche que puse los pies en esta tierra rodeada de un mar verdiazul, tan impresionante, que la visión del primer amanecer puede cortarte la respiración. Como cuando Sebastian me sonrió por primera vez.
Si yo empecé a escribir esta historia en el momento de escoger la fecha del 21 de agosto y no otra, él puso el papel escogiendo las mismas fechas, sin acordarlo previamente. Lo que es seguro es que no fue casualidad que esto ocurriera, probablemente nos llamáramos el uno al otro desde la distancia, sin tener la certeza de que sintonizábamos la misma frecuencia. ¿Nunca has sentido que hay alguien ahí esperándote, y no saber dónde buscarlo?
El resultado de hacer coincidir nuestras coordenadas geográficas y temporales son días de sol frente al azul del mar, azul como el de los ojos de Sebastian en los que continuamente me sumerjo; charlas al atardecer (como el de esta postal) en la playa de Elya, mientras refresca y nos acariciamos mutuamente para transmitirnos el calor de nuestros cuerpos; y besos, muchos besos interminables que parecen nuestro particular maná. También son noches de copas al son de la música de baile, entre chicos con ganas de diversión, que nos miran envidiando la felicidad que nuestras caras irradian, mientras nos sentamos un poco apartados para poder compartir confesiones, antes de irnos a disfrutar de la pasión que provoca un cuerpo nuevo, y una fecha de caducidad.
Cuando regrese seguramente lo pasaré mal, como el adicto a su droga cuando le falta, y quizás te corresponda a ti cuidarme durante los oscuros días del mono, pero no quiero pensar en ello, estoy centrado en el gozo de cada minuto aquí, intentando transmitirte algo de ello.
Te mando un abrazo, tu amigo Luis.
Mykonos, 23 de agosto de 2010."

Con el remordimiento de haber leído una postal que no era para mi, me he introducido sigilosamente, como un ladrón a punto de ser descubierto, en el portal contiguo para dejar la tarjeta en el buzón del destinatario. Al salir, una sonrisa de complicidad se me reflejaba en la cara.