Las 15:30, suena el teléfono de la casa de Jose y éste lo descuelga con cierta emoción, esperando que la llamada sea para él.
-¿Diga?
-Hola, ¿Jose?, soy Miguel.
-Hola Miguel, ¿qué tal?
-Pues bien, te llamaba para invitarte a tomar algo esta tarde, ¿te viene bien?
-Sí, esperaba tu llamada.
-Ok, entonces nos vemos a las 6 en la Pz de la Merced, esquina con CL Granada.
-Vale, pues nos vemos allí, hasta luego.
-Hasta luego.
-¿Diga?
-Hola, ¿Jose?, soy Miguel.
-Hola Miguel, ¿qué tal?
-Pues bien, te llamaba para invitarte a tomar algo esta tarde, ¿te viene bien?
-Sí, esperaba tu llamada.
-Ok, entonces nos vemos a las 6 en la Pz de la Merced, esquina con CL Granada.
-Vale, pues nos vemos allí, hasta luego.
-Hasta luego.
Miguel llevaba todo el día pensando cuál sería la mejor hora para llamarlo, miraba el reloj y pensaba "aún es pronto", y no podía concentrarse en nada. Intentaba seguir con la lectura del libro que tenía entre manos, pero después de varias páginas se dio cuenta de que no había entendido nada de lo leído, la mente volaba libre, imaginando su propia historia, aún por escribir. Dejó el libro y puso algo de música para ver si así se le templaban los nervios.
Jose se había levantado tarde, había estado tirado en el sofá, viendo distraídamente la tele, y charlando con una de sus hermanas, con la que mantenía una relación de amor-odio. No podían estar uno sin el otro, pero chocaban continuamente. Recordó la noche anterior, en la que conoció a ese chico tan interesante.
Miguel ya había pensado en qué ponerse: sus vaqueros preferidos y una camiseta que tenía por estrenar (era una buena ocasión para hacerlo), con las deportivas más gastadas, de las que no podía desprenderse. Salió temprano para evitar los nervios de la impuntualidad, y para buscar aparcamiento tranquilamente. Mientras concucía escuchaba el último álbum de Madonna, Ray of light le daba subidón de buen rollo, la mejor música para ese momento. Como un rayo de luz, Jose había entrado en su vida, haciéndole vibrar.
Tuvo suerte, encontró un espacio cerca de la Pz de la Merced, junto a la parte trasera del Teatro Cervantes, y como tenía tiempo de sobra se fue dando un rodeo para disfrutar de la tarde. Llegó con 5 minutos de antelación y ya estaba Jose esperándolo. Lo vio a lo lejos, se le subió una sonrisa a la cara que no pudo esconder, y se fue acercando despacio, disfrutando de la visión, aprovechando que éste miraba distraído hacia el lado opuesto. En un rápido rápido vistazo sacó en conclusión varias cosas: que seguía siendo muy guapo a la luz del día; que su ropa le gustaba: un vaquero azul, una camiseta lisa del mismo color, y unas chanclas de playa que le daban un aspecto relajado; que aún no se había acercado a él ya estaba deseando tocarlo, besarlo y rozarle ese culo respingón.
Jose se había levantado tarde, había estado tirado en el sofá, viendo distraídamente la tele, y charlando con una de sus hermanas, con la que mantenía una relación de amor-odio. No podían estar uno sin el otro, pero chocaban continuamente. Recordó la noche anterior, en la que conoció a ese chico tan interesante.
Miguel ya había pensado en qué ponerse: sus vaqueros preferidos y una camiseta que tenía por estrenar (era una buena ocasión para hacerlo), con las deportivas más gastadas, de las que no podía desprenderse. Salió temprano para evitar los nervios de la impuntualidad, y para buscar aparcamiento tranquilamente. Mientras concucía escuchaba el último álbum de Madonna, Ray of light le daba subidón de buen rollo, la mejor música para ese momento. Como un rayo de luz, Jose había entrado en su vida, haciéndole vibrar.
Tuvo suerte, encontró un espacio cerca de la Pz de la Merced, junto a la parte trasera del Teatro Cervantes, y como tenía tiempo de sobra se fue dando un rodeo para disfrutar de la tarde. Llegó con 5 minutos de antelación y ya estaba Jose esperándolo. Lo vio a lo lejos, se le subió una sonrisa a la cara que no pudo esconder, y se fue acercando despacio, disfrutando de la visión, aprovechando que éste miraba distraído hacia el lado opuesto. En un rápido rápido vistazo sacó en conclusión varias cosas: que seguía siendo muy guapo a la luz del día; que su ropa le gustaba: un vaquero azul, una camiseta lisa del mismo color, y unas chanclas de playa que le daban un aspecto relajado; que aún no se había acercado a él ya estaba deseando tocarlo, besarlo y rozarle ese culo respingón.
Al situarse frente a él, éste se sobresaltó, pues esperaba verlo aparecer desde la dirección opuesta. Se dieron dos castos besos a modo de saludo, el último de los cuales duró un segundo de más, a través del cual sintió el roce de la barba de Jose en su cara, y su particular aroma, un perfume de ropa recién lavada y secada al sol, entre flores.
Comenzaron a pasear y a compartir sus gustos y aficiones. A Jose le gustaban mucho los animales y las plantas. Su patio era su propio jardín, en él tenía un ficus, un pacífico, margaritas moradas, geráneos, muchos tipos de plantas a las que mimaba y cuidaba hablándoles, lavando sus hojas, disfrutando del resultado de sus cuidados, pues cada vez que una flor brotaba, era su particula recompensa. Miguel disfrutaba de sus tarde libres nadando, asistía a cursos de natación en los que competía consigo mismo, intentando conseguir más fondo, más velocidad, o mejorar su técnica. También le gustaba tumbarse en el sofá con un libro abierto, a través del cual viajaba a tierras lejanas, o vivía experiencias ajenas que le resultaban claras como sus propios recuerdos.
Comenzaron a pasear y a compartir sus gustos y aficiones. A Jose le gustaban mucho los animales y las plantas. Su patio era su propio jardín, en él tenía un ficus, un pacífico, margaritas moradas, geráneos, muchos tipos de plantas a las que mimaba y cuidaba hablándoles, lavando sus hojas, disfrutando del resultado de sus cuidados, pues cada vez que una flor brotaba, era su particula recompensa. Miguel disfrutaba de sus tarde libres nadando, asistía a cursos de natación en los que competía consigo mismo, intentando conseguir más fondo, más velocidad, o mejorar su técnica. También le gustaba tumbarse en el sofá con un libro abierto, a través del cual viajaba a tierras lejanas, o vivía experiencias ajenas que le resultaban claras como sus propios recuerdos.
Paseaban a lo largo del paseo marítimo bajo un cielo azul totalmente descubierto, la luz de la tarde tenía la fuerte intensidad del final del verano, tardes en las que el sol se esfuerza con un último estertor de moribundo en no perecer. Iban uno caminando al lado del otro, y de vez en cuando se rozaban sus manos con la cadencia y oscilación del caminar, roces robados en los que Miguel concentraba toda su sensibilidad, disfrutándolos. De vez en cuando se giraba para constatar que era Jose el que iba a su lado, sus ojos marrones encendían su espíritu, y su grave voz iba arrumándolo en un delicioso instante, fugaz.
Se cruzaron con una señora a la que Jose dio las buenas tardes, tenía aspecto desaliñado, vestía chaqueta roja como el fuego, y llevaba el cabello corto y cano, todo revuelto, calzando unas zapatillas de andar por casa que iba arrastrando en su lento caminar. Jose le contó que era un vecina del barrio, que había sido profesora, y que había perdido a su familia en un accidente de tráfico, de lo que nunca se recuperó. A raíz de ello dejó de trabajar y se volcó en el alcohol para paliar su tristeza, y ahora vagaba mañana y tarde por las calles del barrio, como un espíritu invisible, que se manifestaba solo cuando quería pedir dinero para beber.
Entre charla y charla llegaron a un espigón donde se sentaron a ver la tarde caer, y sus voces fueron bajando de intensidad, susurrantes, la intimidad les fue envolviendo, y allí, entre los grandes bloques de hormigón que protegían a la playa de los temporales, se quedaron callados. Resguardados de la vista de la gente, Jose se acercó a Miguel, mirándole a los ojos, y rozó sus labios. Miguel los cerró y sintió la suave caricia, la calidez de su aliento, el aroma del mar, y fue abriendo los labios, atrapando los de Jose con los suyos propios. Las puntas de sus lenguas se rozaron, comenzando un baile nunca antes ensayado, en el que el ritmo fue subiendo, y la intensidad multiplicándose. La pasión fue desatándose, y pronto se besaban como desesperados, con las bocas bien abiertas y bien apretadas, cada uno con la mano en la nuca del otro, apretándose, como queriendo traspasar la barrera de la piel.
6 comentarios:
De pequeñas, reinas, y de mayores, brujas. La de veces que se han perdido mil ocasines estupendas por las dudas y las dudas y las dudas...
Hoy veo mucho yo esto de la piel,jajaaj Cari, ¿"Ray of light"? Has buceado en tus recuerdos para contarnos esta bella historia de amor, eh.. solo que termina donde debería empezar lo interesante, jaaj follaron? se casaron? siguen juntos? se tuvieron que separar opr que apareció un ex-? una enfermedad mortal acabo con su vida? Ay, dios, todas son preguntas, jaajja
Bezos.
Stulti, pues sí, así son las cosas. Qué le vamos a hacer... Gracias por tu visita.
Thiago, se trata de que queden preguntas para poder responderlas en el futuro, jejeje.
Besos
Una hermosa historia de amor, y además bien narrada.
Buen finde y besos
Me ha encantado y más aún ahora sabiendo que es una historia real.
un saludo
Ra
weeenoooooooo el calor del amor en.... junto al mar, buen comienzo de finde ¿no?
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